TS confirma la condena de 10 años de prisión para la mujer que asesinó a su marido en Charches

El Tribunal Supremo ha confirmado la condena a diez años y medio de prisión que la Audiencia Provincial de Granada ya impuso a la mujer, de iniciales M.D.R.L., que fue juzgada por un jurado por asesinar con una escopeta de caza a su marido en la localidad granadina de Charches, en El Valle del Zalabí, y ocultar el cadáver después de que tuviera conocimiento de que le había sido infiel.

El Alto Tribunal desestima los recursos planteados tanto por la defensa, que consideró excesiva la pena, como por la acusación particular, que reclamó un castigo mayor, después de que el 19 de noviembre de 2014 se celebrara una vista en la que la Fiscalía se opuso a los argumentos de las dos partes.

En su resolución, a la que ha tenido acceso Europa Press, la Sala ve "proporcionada" la condena a la procesada puesto que en la sentencia se tuvieron en cuenta elementos como "el alto grado de violencia, así como la alevosía empleada de modo súbito e inesperado cuando la víctima estaba durmiendo confiadamente, la brutalidad de la agresión y la preparación del crimen con antelación".

Sobre la atenuante de confesión, que la acusación particular no cree que se cumpliera, los magistrados de la Sala de lo Penal del TS señalan que "se dan cada uno de los requisitos" para contemplarla, teniendo en cuenta que la mujer, "angustiada" confesó ser la responsable de la muerte de su esposo, acompañó a los agentes al lugar donde había ocultado el cadáver, y entregó voluntariamente el arma con la que le disparó. Si ella no hubiese indicado el "punto exacto" en el que estaba el cuerpo, "hubiera sido muy difícil" encontrarlo, pues "estaba bastante oculto y en un lugar de difícil acceso, tapado con piedras".

Y en cuanto a la eximente incompleta de anomalía psíquica —que la acusación particular cree que debería ser sólo atenuante—, señala que la mujer padecía un trastorno de la personalidad por dependencia, junto a un bajo nivel de inteligencia, además de un estado de ánimo influenciado por "la infidelidad mantenida, humillaciones, así como percepción de abandono por parte del matrimonio".

Todo provocó en ella un "estado mental confuso", en el que, "buscando solución a sus problemas solo vio como tal la desaparición" de su esposo, y en definitiva, "en el momento de los hechos la acusada tenía afectadas de manera importante sus facultades mentales", se incide en el auto, que avanza este jueves el diario 'Granada Hoy'.

Fue el 27 de junio del pasado año cuando el jurado que enjuició el caso declaró culpable a la procesada, para la que la defensa solicitaba que se tuviera en cuenta la eximente completa de anomalía o alteración psíquica debido a trastorno de personalidad por dependencia, unido a un retraso mental moderado y una situación de obcecación.

Declaración de la acusada

Durante el juicio, la inculpada afirmó que su marido la sometía a malos tratos, que la insultaba y que la tenía "angustiada" en los últimos meses de relación, en los que además se "vanagloriaba" de serle infiel con una prostituta.

Ante el jurado, la procesada describió con detalles cómo actuó aquella madrugada del 12 de mayo de 2013, aunque afirmó que lo hizo sin ser ella misma, y que incluso, después de muerto, llegó a pensar que su marido se había marchado de casa, así que actuaba "como si no hubiera pasado nada". "No era yo, era una cosa impresionante, pero no pensé nunca en ocultar el cadáver o las pruebas", dijo.

La mujer contrajo matrimonio con F.M.E. a la edad de 15 años, fruto del cual tuvieron dos hijas, ya mayores de edad. La mujer convivía con su marido y su hija menor en la segunda planta de una vivienda en Charches, en el término municipal de Guadix.

Aproximadamente en el mes de agosto de 2012, la mujer tuvo conocimiento de la infidelidad de su esposo, por lo que, "humillada y despechada por la traición", en el mes de mayo de 2013 tomó la decisión de matarlo.

En los días previos al 12 de mayo, la procesada, que carecía de permiso de armas, había tomado una escopeta de su marido —aficionado a la caza— que éste guardaba en un armario y la escondió detrás de un sillón cargada con dos cartuchos y preparada para ser disparada en cualquier momento.

Finalmente, esa noche del 12 de mayo, después de pasar todo el día junto a su esposo y tras cenar juntos en la casa de su suegra, la mujer, "con el firme propósito de acabar con la vida" del hombre "procedió a ejecutar un plan perfectamente trazado", consciente de la gravedad y de las consecuencias de lo que iba a hacer.

Al regresar a su domicilio cerca de la media noche, ambos se acostaron en la cama de matrimonio que compartían desde hacía años. La acusada esperó a que su marido estuviera "profundamente dormido" para llevar a cabo su plan.

Así, "aprovechándose" de la situación "de absoluta indefensión" en que se hallaba, siendo las 2,30 horas, sacó la escopeta de su escondite y, "actuando con sumo cuidado" para que él no la descubriera, le acercó el cañón a la cabeza y "con absoluta frialdad" efectuó dos disparos que le causaron la muerte de manera instantánea.

Tras comprobar que su esposo estaba muerto, la inculpada desarmó la escopeta, la volvió a colocar en el armero y pasó el resto de la noche sentada en un sofá del salón, hasta que a las 7,30 horas llamó a la puerta un compañero de trabajo del marido quien, extrañado por la tardanza de éste, le preguntó por él, a lo que ella contestó que ya se había ido.

Después de que sus hijas se marcharan a trabajar y, con la seguridad de estar sola en la vivienda, la mujer arrastró el cadáver de su marido desde el dormitorio hasta un garaje al que da acceso una puerta situada en el recibidor de la casa y trató de subir el cuerpo en el maletero de un todoterreno. Como no pudo, colocó entonces el cadáver en el maletero de otro vehículo, un Citroen C15 que se encontraba en el garaje, para lo que se ayudó de una cuerda.

A continuación se subió al coche y, con intención de esconder el cuerpo sin vida del esposo, se desplazó hasta un lugar conocido como 'Rambla del agua', y se apeó para sacar el cadáver, que dejó caer por un barranco muy escarpado y resbaladizo, auxiliándose con la cuerda de nuevo. Tapó el cuerpo con varias piedras de grandes dimensiones y con vegetación y lo dejó "completamente oculto".

Después regresó a su domicilio y "con el malogrado propósito de borrar las huellas de su crimen", tiró las vainas de los cartuchos percutidos entre la vegetación existente en un callejón situado frente a su vivienda, y guardó en unas bolsas las sábanas manchadas de sangre y los restos de la cabeza de su marido que aún quedaban en el dormitorio para, posteriormente, quemarlos en la chimenea de una caseta de aperos propiedad del matrimonio, donde también fregó las manchas de sangre del coche.

Tras limpiar los restos de sangre que quedaban en el dormitorio, cambió también de sitio una de las mesitas de noche, porque presentaba impactos de los disparos, e incluso llegó a pintar con dos capas de pintura las manchas de las paredes, que previamente había intentado eliminar con un estropajo. También cortó las partes del colchón con sangre, las quemó en una estufa y escondió el resto del colchón en un trastero.

Sobre las 18,30 horas, sus hijas regresaron al domicilio y "preocupadas por extraña desaparición de su padre", lo pusieron en conocimiento de la Guardia Civil, a la que presentaron denuncia el 14 de mayo.

En los días posteriores a la desaparición, la acusada, "con aparente tranquilidad", participó activamente en las labores de búsqueda del marido. El 16 de mayo la Policía Judicial de Guadix tuvo conocimiento de que se había utilizado la chimenea de la caseta de aperos, y, ante los "evidentes indicios" de que la desaparición del hombre no había sido voluntaria, la mujer, confesó los hechos y llevó a los agentes al lugar donde había ocultado el cadáver, y fue detenida.

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