Sobrevivir a la tragedia en el Mediterráneo: "No me arrepiento, en mi país no podía hacer nada"

  • Algunos inmigrantes que sobreviven al drama que se vive en los últimos años en el Mediterráneo cuentan su experiencia.
  • Un tercio de estos proceden de Eritrea, cuya capital se encuentra a más de 3.000 kilómetros de Libia.
  • Ese viaje, más el embarque a Italia no baja de los 3.700 euros (sin contar gastos de comida, por ejemplo).
  • La mayoría son hombres que lo dejan todo por ir a Europa, pero también hay casos de embarazadas que se juegan la vida en el mar para tener su bebé en suelo europeo.
Inmigrantes llegados de Libia permanecen en las costas italianas a la espera de saber qué decisión se toma con ellos.
Inmigrantes llegados de Libia permanecen en las costas italianas a la espera de saber qué decisión se toma con ellos.
GTRES
Inmigrantes llegados de Libia permanecen en las costas italianas a la espera de saber qué decisión se toma con ellos.

La tragedia inmigrante en el Mediterráneo ha vuelto a ser noticia una semana más. Entre las diferentes lecturas que pueden hacerse de una catástrofe humanitaria como esta, destacan las historias humanas extraidas de los testimonios de los supervivientes. Personas que huyen del horror en su país en busca de una nueva vida en Europa.

Una arriesgada huida que acaba con miles de estas personas muertas y desparecidas en aguas del Mediterráneo. Muchos son hombres, pero también hau mujeres que se juegan la vida, algunas embarazadas de varios meses, con el único objetivo de poder dar a luz en suelo europeo.

Algunas caminan, ya en estado, durante meses para llegar hasta Libia. Muchas veces, este camino se realiza desde Eritrea, de donde son originarios un tercio de los inmigrantes que se la juegan en el Mediterráneo. Algunas logran embarcar, otras muchas son detenidas antes de hacerlo.

La distancia desde Eritrea al lugar de embarque en Libia no baja de los 3.200 kilómetros. Si tomamos como referencia Asmara, capital de Eritrea, la distancia a Lampedusa es de casi 3.500 kilómetros.

La embarcación para cruzar el Mediterráneo, la trampa mortal para muchos, es sólo la parte final del viaje. Las autoridades libias contaban esta semana a la CNN que no existe en el país una norma que permita decidir si se envía a estas personas a su país de origen o se las encarcela.

"En Libia todos hablan de ir a Europa"

Talese Fisaha procede de Eritrea y es una de las pocas personas que sobrevivió a la tragedia de Lampedusa de 2013, un desastre que parece no amedrentar a los inmigrantes porque, según reconoció, "en Libia todos hablan de ir a Europa".

Acaba de cumplir 30 años y en la actualidad intenta buscarse la vida como cámara al tiempo que se afana en aprender la lengua italiana en la escuela que la comunidad de Sant'Egidio tiene en el romano barrio de Trastevere. Pese a que en un principio rehusó hablar de su historia, "demasiado dura", finalmente rememoró a la agencia EFE su vida como soldado en su país y su posterior deserción, por la que fue castigado a realizar "duros trabajos".

Esta situación, sumada a la precariedad con la que vivía y vive su familia en este violento país del Cuerno de África, le empujó a dejarlo todo y emprender un "difícil" camino por el desierto para llegar finalmente a Libia, desde donde embarcó en octubre de 2011 rumbo a Italia, es decir, a Europa.

¿Cuánto pagan a las mafias?

"Cualquier persona en Libia habla de viajar a Europa. Con dinero, se puede", explicó en un inglés titubeante.

Sorprende escuchar a Fisaha hablar de dinero, de las sumas que las mafias se embolsan por traficar con seres humanos.

El precio desde Sudán del Sur hasta Libia asciende a 1.800 dólares estadounidenses (más de 1.605 euros) mientras que la persona que finalmente decida cruzar el Mediterráneo desde las costas libias deberá pagar la misma suma de dinero "sin contar la comida ni otros gastos".

La 'tragedia de Lampedusa', en primera persona

Este joven eritreo sobrevivió a la conocida como 'tragedia de Lampedusa', el naufragio de octubre de 2013 que costó la vida a más de 360 indocumentados y que supuso un punto de inflexión en el tratamiento del fenómeno migratorio en el sur de Europa.

El barco, cargado con más de 500 personas, según afirmó, se detuvo en mitad de la noche y desde la borda "podían verse las luces" de esta isla meridional de Italia, próxima a las costas de Libia.

"Nuestro barco se detuvo, no estaba lejos de Lampedusa, se podían ver las luces. En ese momento el patrón intentó avisar de que estábamos parados con una pequeña hoguera pero el fuego se descontroló y se produjo un incendio", explicó.

Esto provocó el caos a bordo, "la gente se asustó, se agolparon a un lado" y fue entonces cuando el barco comenzó a hundirse y los pasajeros cayeron al agua "en medio de la oscuridad".

"Intenté nadar. Fue la fuerza de Dios la que me ayudó. Había mucha gente que no sabía nadar. Durante la noche un pescador, Constantino, vino a ayudarnos", explicó, al tiempo que reconocía su reciente visita a su "salvador".

Un año y medio después de este desastre, Fisaha asegura que el flujo de inmigrantes hacia Europa no se va a detener porque, a pesar de que supone un importante riesgo para sus vidas, en África y Oriente Medio "no pueden hacer otra cosa".

"Cuando vivía en Eritrea veía que no tenía oportunidades. Quería a mi madre y a mi país pero no podía hacer nada ¿Qué sentido tenía mi vida? (...)", lamentó.

Reconoció no ser feliz en Italia al encontrarse separado de su familia pero no se arrepiente de su decisión de emprender el viaje que casi le cuesta la vida.

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