J. L. R., de 45 años, acudió con un dolor en el pecho a la clínica Virgen Blanca de Bilbao a las 22.07 h del 24 de diciembre de 2004. La médica, que trabajaba en urgencias, le diagnosticó una taquicardía, le practicó varias pruebas, le administró orfidal y le envió a casa. El paciente murió de un infarto agudo de miocardio a las 22.40 h de ese día.
Los análisis que tendría que haber hecho y no hizo habrían llevado unos 50 minutos, y se requerían al menos dos. «Por lo tanto es obvio» que la práctica de esas pruebas nada hubiera solucionado. El fallo judicial sí reconoce que la médico carece de los conocimientos básicos para atender en urgencias.
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