En la encamada por la paz (bed-in) de 1969 de John Lennon y Yoko Ono en una suite de lujo del Hilton de Ámsterdam, en los happenings y festivales ácratas de la capital holandesa, en las reuniones nacientes del movimiento Provo —anarquistas hippies, no violentos y con sentido del humor—, en las manifestaciones contra el belicismo y a favor de la legalización de la marihuana, en las okupaciones de casas y posteriores desalojos...

Cor Jaring estuvo en todos los lugares donde valía la pena y era necesario estar. Por eso la retrospectiva que le dedica al fotógrafo el museo de fotografía Huis Marseille lleva el título adecuado: Cor was hier (Cor estuvo aquí). El subtítulo también hace honor al personaje, fallecido en 2013, a los 77 años: Het avontuurlijke oeuvre van een Amsterdamse fotograaf (La obra aventurera de un fotógrafo de Ámsterdam).

Antes de dedicarse a la fotografía como oficio vocacional —que ejerció durante cuatro décadas—, Jaring fue estibador portuario. Llevaba encima una cámara, pero solamente para retratar a sus compañeros de brega y a otros trabajadores industriales de los años cincuenta. Le gustaba dejar constancia de las condiciones de trabajo, las largas noches de estiba y la diversión posterior en las tabernas.

Cuando Ámsterdam se convirtió en la meca hippie europea, Cor también se transformó. Empezó a frecuentar a tiempo completo el frenesí alternativo de la ciudad, sobre todo la génesis de los Provo, un conglomerado de izquierdistas de línea heterodoxa [archivo en línea de publicaciones, panfletos, fotos y otro material documental] que no ponían reparos en que les llamasen, por su mayoritaria opción hacia la no violencia, como hippies de línea blanca.

Los Provo, fundadores del plan de cierre del centro de la ciudad a los coches y el uso alternativo de bicicletas que con el tiempo hicieron suyo los políticos tradicionales y también de la cultura de la marihuana en los cafés libres donde la policía no podía actuar, dieron la vuelta a la adormecida sociedad holandesa. Jaring estuvo siempre en primera línea: con un estrambótico casco con un foco reflector y antenas integrados hizo fotos a todo lo que sucedía.

La fotografía, decía, "debe ser una aventura", y así se lo tomaba. Vendía imágenes a diarios, agencias y a publicaciones underground pero no pretendía cobrar de estas últimas cuando sabía que nadie ganaba dinero y que no era tan complejo, al menos entonces, que alguien te invitase a comer.

Porque estaba profundamente enamorado de la ciudad en la que había nacido en 1936 en un hogar de pequeños comerciantes, no se olvidó de retratar la otra cara de metrópoli, la de los obreros, los transexuales y los clubes nocturnos.

Cor was hier agrupa piezas de todas las etapas de Jaring, desde sus inicios como fotógrafo social de los proletarios hasta las series de fotos callejeras que hizo en Japón y otros países de Asia poco antes de retirarse. También se añaden los retratos que hizo a Jaring poco antes de la muerte el también fotógrafo Sander Troelstra, que admiraba profundamente al maestro y que se ha encargado de organizar y seleccionar el material para la exposición.

En 2007, seis años antes de morir en un casi completo olvido internacional —pese a que expuso en vida y en 1975 había ganado un World Press Photo—, Jaring donó todos sus negativos al archivo de la ciudad de Ámsterdam, donde nadie lo había dejado de querer: era una institución.