Slinkachu, el artista urbano que 'abandona' miniaturas en la calle

  • El artista británico modifica, pinta y compone escenas con figuritas humanas creadas en origen para adornar maquetas de tren.
  • Una galería de Londres exhibe una selección de nuevas obras del autor, que inmortaliza sus instalaciones efímeras en macrofotografías.
  • Las intervenciones callejeras de Slinkachu siempre contienen un toque de humor surreal, pero también un punto de amargura y melancolía.
Una de las miniaturas callejeras y efímeras del artista
Una de las miniaturas callejeras y efímeras del artista
Slinkachu - Courtesy of Andipa Gallery
Una de las miniaturas callejeras y efímeras del artista

Las figuras humanas creadas para para adornar maquetas de tren cobran otro sentido cuando Slinkachu (Reino Unido, 1979) las modifica, las pinta y después compone escenas con ellas. El toque final se lo da el paisaje callejero, que aprovecha de modo imaginativo e inesperado: sobre la barandilla de un puente es posible cabalgar, una bolsa de basura se convierte en una pradera, un bolardo es una pista de esquí.

Escoge aceras, farolas, peldaños, parterres y otros lugares peligrosos para la indefensa "gente pequeña". Desde 2006 abandona en las calles a sus creaciones, dejándolas en instalaciones efímeras que sólo perviven en las cuidadas macrofotografías que toma antes de perderlas de vista. Las escenas siempre contienen un toque de humor surreal, pero también un punto de amargura y melancolía. Los personajes de Slinkachu están perdidos, desubicados y superados por su entorno.

La exposición Miniaturesque, en la galería Andipa de Londres hasta el 11 de abril, ofrece una colección de nuevas obras del autor. Las fotos corresponden a las minúsculas instalaciones que ha diseminado por las calles de la capital inglesa durante el último año.

Malas hierbas y musgo

Hay un denominador común en las imágenes de la muestra: responden a nuestro deseo de buscar y recrear el mundo natural en una metrópolis. Los seres diminutos exploran esta vez los enclaves salvajes que esconde la gran ciudad, lugares que no son en realidad más que escasos grupos de malas hierbas que han conseguido crecer en las juntas de unas escaleras o tímidos musgos que han encontrado su lugar sobre el cemento aprovechando la humedad que proporciona el Támesis.

Convencido de que es necesario que el transeúnte pare durante un instante y se desvincule del ajetreo de las calles para "empatizar con la gente pequeña" de sus intervenciones callejeras, el artista británico hace con cada foto un comentario sobre la sociedad moderna. En este último cuerpo de trabajos afronta en particular nuestra desvinculación con la naturaleza, sobre cómo vivimos a diario en la frontera de lo real y lo artificial.

A primera vista, envidiamos a la chica que recorre un puente oriental en un bosque de flores rosas, pero la impresión es otra cuando uno se fija en que la adorable casita japonesa hacia la que se dirige está sobre una bolsa vacía de patatas fritas, también rosa. En realidad, lo que parecía una masa de vegetación rosada no es más que unos cuantos pétalos en el suelo de un parterre, pegado al asfalto de la carretera.

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