Vigo tendrá un alcalde socialista: Abel Caballero, que tras los resultados en las urnas tendrá que pactar con el BNG, para formar gobierno.

Corina Porro deja su sillón, pero con el buen sabor de boca de haber ganado estas elecciones y haber mejorado notablemente las cifras de los pasados comicios.

Y en general, la tarde fue como el partido del Celta ayer en Sevilla.

Hasta el minuto 90 no se supo quién ganaba.

Porque la votación fue tan ajustada como decían las encuestas durante estos días atrás.

El PP se erigía como la fuerza más votada tras los primeros sondeos a pie de urna de las 20.00 horas y así fue al final del recuento.

Con el 100% de los votos escrutados, el partido de Corina Porro obtenía el respaldo del 44,04% del electorado, lo que equivale a 66.574 vigueses, 14.000 más que en 2003.

Pero ese dato no le bastapara gobernar, al obtener sólo 13 de los 14 concejales que necesitaba para seguir en la Alcaldía.

El ambiente en el Hotel Ciudad de Vigo, donde se reunía la plana mayor popular era distendido.

La sala estaba abarrotada y los asistentes se pertrechaban de la abundante variedad de canapés que allí se ofrecían.

Sin embargo, los resultados estaban ahí y Chema Figueroa, hasta ayer primer Teniente de Alcalde, prefería guardar silencio hasta ver el recuento final.

Su compañera de partido, Lucía Molares, le animaba diciéndole que estaban batiendo las cifras de 2003.

Mientras, el BNG montó su cuartel general en el Naútico.

El ambiente era gélido.

Y es que esperar los resultados de unas elecciones en una carpa– Iglú, tenía sus riesgos.

A última hora de la noche se confirmaron las peores sospechas: los nacionalistas se llevan un batacazo en las urnas y pasan de tener siete concejales a cinco.

Con todos los votos contados, 28.116 vigueses les dieron su confianza, 11.000 menos que en 2003, lo que equivale al 18,60 % de los votos.

No obstante, los de Santi Domínguez se aseguran representar a la ciudad porque formarán gobierno con el PSOE tal y como ya hicieran en las pasadas elecciones.

Justo enfrente, se refugiaba el PSOE. El hotel Bahía era una fiesta desde las 21.00 horas y todo el mundo esperaba a que apareciera Abel Caballero, el nuevo alcalde de la ciudad.

Allí no había canapés, pero la ilusión por gobernar podía con todo.

Se comprobó dos horas más tarde, con nueve concejales ya confirmados y el 29,48 % de los votos, cuando Caballero entró en el salón al grito de ¡Alcalde, alcalde!

La victoria no era suya, pero como le decía dijo una señora a su hermana «¡da igual, si gobernamos en coalición!