«He venido a bañarme en la piscina y no me importa que esté fría el agua. Soy muy valiente», comenta el pequeño Johnatan al entrar con sus padres en la piscina Alberto Maestro y comprobar que nadie estaba en el agua.
Poco más de un centenar de personas se distribuían ayer entre las canchas de baloncesto y la zona de césped tratando de recoger los escasos rayos de sol de la jornada. Los más hambrientos ya ocupaban su silla en la terraza de la cafetería a media mañana. «El bocadillo estrella es el de bacón con queso», dice Carlos, el camarero.
Casi la mitad de los usuarios del recinto eran ayer extranjeros (rumanos y latinoamericanos, la mayoría) y gran parte de ellos ya han adquirido su abono de temporada. «Sirve para todo el verano y con que vengamos 21 días ya amortizamos el dinero», comenta uno de ellos mientras mira al cielo esperando a que salga el sol.
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