Son sustancias que al inhalarlas alteran violentamente la conducta y deterioran del cuerpo y la mente. Técnicos de Drogodependencias están viajando a barriadas de Caracas (Venezuela) o Luanda (Angola) para conocer la labor de quienes trabajan allí con niños de la calle.
Belén Bilbao detalla que es un fenómeno «minoritario» entre los 700 menores inmigrantes acogidos en los centros vizcaínos de la Diputación. Un educador de uno ellos corrobora que hay chavales que consumen a menudo disolventes. «Y no podemos hacer nada», lamenta.
«Los educadores se sienten impotentes. Son niños que siempre han estado en la calle, sin vínculos afectivos ni educación», explica Bilbao. Drogodependencias estudia hacer un trabajo preventivo con educadores de igual nacionalidad que los menores.
Lo que tiene claro la directora es que luchar sólo contra el consumo de drogas es en vano; es sólo la punta del iceberg. «No atender a estos niños es alimentar el fuego con gasolina», denuncia.
Evitar que se pinchen en la calle
La ONG Médicos del Mundo, responsable de la narcosala de Bilbao, está estudiando formas de ayudar a los menores drogadictos para evitar que se pinchen en la calle. Ante la imposibilidad de acogerlos en la propia sala, lo que sería ilegal, «queremos plantear otras ideas, aunque aún no tenemos ninguna», explicó a 20 minutos su presidente, José Julio Pardo.
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