Santiago Lorenzo juega con el sexo en 'Las ganas'

  • En 'Las ganas' está protagonizada por un químico inventor que sufre estrés por las consecuencias de llevar tres años "sin porlar" (mantener relaciones).
  • "No soporto que en una conversación alguien diga la expresión 'hacer el amor', y me repele bastante que en un libro se diga follar", comenta.
  • El escritor confiesa que el germen de esta historia está en el mismo, cuando en la década de los 80 esa "supuesta época enloquecida", él "nada de nada".
Santiago Lorenzo
Santiago Lorenzo
Cecilia Díaz/Blackie Books
Santiago Lorenzo

Benito es feo. Lleva tres años sin eso. Así recibe al lector Las ganas, el último libro de Santiago Lorenzo en el que, "sin tener ninguna intención", ha hecho de un tema que "hay que ocultar" una comedia social con un humor casi esperpéntico.

A Lorenzo (Portugalete, 1964) escribir su tercera novela (editada por Blackie Books) le ha ofrecido "momentos brillantes" como el de vivir la sensación de un niño de ocho años que "no quiere irse a la cama aunque se caiga de sueño", como recuerda con una gran sonrisa durante una entrevista.

Un cosquilleo continuo que le mantuvo despierto, en alguna ocasión hasta 50 horas, por el puro placer de dar vida a estos personajes, un grupo de seres sumidos en la frustración y que hicieron que, "nuclearmente", se olvidara que se trataba de una novela que "tenía que publicar".

En Las ganas, Benito Bernal, un químico inventor del "mocordo", un líquido revolucionario para regenerar la madera, padece el estrés por querer vender su invento a una multinacional mientras sufre las consecuencias de llevar tres años "sin porlar", una expresión inventada por Lorenzo para evitar decir otra más directa que el escritor y guionista no tolera ver en la literatura.

"No soporto que en una conversación alguien diga la expresión 'hacer el amor', y me repele bastante que en un libro se diga follar. Follar en la literatura no me entra", puntualiza.

Para el autor, además, sustituir expresiones por otras inventadas le eleva a una categoría superior: "En el momento en el que te inventas una palabra, no sé si eres Dios, pero sí un apóstol ".

Escrita sin la "intención" de que fuera una comedia, a Lorenzo sí le salió una obra que ofrece carcajadas y sonrisas culpables, a veces cómplices, al ser testigo de las situaciones crueles y ridículas que vive Benito al enamorarse de María, un chica que no le ve feo y que cae rendida ante los pocos encantos de este hombre atormentado en lo personal y en lo profesional.

Pero se trata también de una mujer con la que no llega a "porlar" por parecerse a su hermana, una excusa "tonta" que desencadena una serie de situaciones sin escrúpulos y que utiliza por una razón profunda: "me interesa mucho hablar de la supuestamente inverosímil impotencia masculina, esa cosa de que se supone que un hombre siempre está dispuesto (a mantener relaciones sexuales)".

En este sentido, el escritor confiesa que el germen de esta historia está en él mismo, en ese Santiago Lorenzo de los años 70, cuando iba a un colegio masculino y no conocía "chica alguna", y en el de la década de los 80, cuando en esa "supuesta época enloquecida", él "nada de nada".

Tanto es así que recuerda nítidamente el día en el que conoció por primera vez a una chica: "Era un martes de abril de 1980, en el faro de Portugalete".

Viene del cine

Otra de las peculiaridades de Las ganas, también utilizadas por Lorenzo en sus anteriores trabajos, Los millones y Los huerfanitos, es el hecho de tener ante los ojos un auténtico callejero de Madrid, con sus casas, sus calles, sus garitos. Y están ahí, tal y como los podemos ver si nos apetece, por su pasado cinematográfico.

"Vengo del cine y se me ha quedado ese inmenso placer de dioses que es localizar la secuencias, pero localizar en novela es más fácil que en cine, puedes localizar donde te apetezca solo por motivos puramente estéticos", afirma, aunque niega rápidamente y rotundamente que esté pensando en volver al cine.

Pero Lorenzo finaliza la entrevista reconociendo que rodar algunos pasajes de esta novela, un auténtico guión cinematográfico por la riqueza de diálogos, localizaciones perfectas y descripciones de escenas al detalle, "debe ser una gozada".

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