La presencia de mujeres ha ido creciendo a lo largo de los años hasta ubicarse en el 42 por ciento en la octava legislatura autonómica (la actual para las comunidades del régimen común), aunque su permanencia en las cámaras es inferior a la de los hombres, según el trabajo 'Representación descriptiva de las parlamentarias regionales en España: masa crítica, experiencia parlamentaria e influencia política', publicado en la Revista Española de Investigaciones Sociológicas y cuyos autores son los investigadores españoles Andrés Santana, de la Universidad Autónoma de Madrid; Xavier Coller, de la Universidad Pablo de Olavide (UPO) de Sevilla y Susana Aguilar, de la Universidad Complutense.
Según ha informado la UPO a través de un comunicado, este porcentaje del 42 por ciento ubica a los parlamentos autonómicos españoles por encima de sus equivalentes en los Estados Unidos (24,6 por ciento), Canadá (23,4 por ciento) o Alemania (33 por ciento), tres países federales.
La presencia media de mujeres en la primera legislatura autonómica —a comienzos de los años 80 para todas las autonomías— era del seis por ciento. Las autonomías que ubican más mujeres en sus parlamentos durante todo el período (1980-2011) son Madrid, Castilla-La Mancha y Valencia. Por el contrario, las que menos presencia femenina tienen son Murcia, Aragón, Canarias, Cataluña y Galicia.
En términos genéricos, como señalan los autores, "aunque el género importa su impacto parece atenuarse con el paso del tiempo, ya que los parlamentos regionales españoles no han dejado de incorporar mujeres a sus filas desde el inicio de su singladura, y esta incorporación ha sido significativa, rápida y homogénea".
Los autores del estudio muestran que, una vez conseguida la masa crítica de mujeres en los parlamentos (30 por ciento), su presencia no disminuye, aunque su permanencia en las cámaras es inferior a la de los hombres: es decir, las mujeres se incorporan más pero duran menos en sus escaños.
La progresiva feminización de los legislativos esconde un hecho relevante: las mujeres siguen estando infrarrepresentadas en comparación a su presencia en la sociedad y, además, les resulta más difícil acceder a posiciones de poder e influencia en las Cámaras. Comparativamente, cuando acceden a posiciones de poder —identificadas a través de las diputaciones permanentes—, duran también menos que sus compañeros varones.
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