Hepatitis, hasta cinco variedades de una misma enfermedad

  • Vírica o no, la hepatitis puede prolongarse durante meses mediante una patología aguda o durante años a través de una infección crónica.
  • Las hepatitis crónicas no ocasionan síntomas clínicos en la mayoría de ocasiones.
  • El control médico de las hepatitis víricas implican la utilización de fármacos, pero también la modificación del estilo de vida.
Cartel de una campaña para concienciar de la extensión de la hepatitis en el mundo.
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Worldhepatitisalliance.org
Cartel de una campaña para concienciar de la extensión de la hepatitis en el mundo.

En las últimas semanas la hepatitis C ha sido noticia a cuento de ese fármaco de precio escandaloso que los enfermos demandan a riesgo de llegar a perder la vida. Sin embargo, este tipo de enfermedad vírica del hígado no es el único. No hay una sola hepatitis: además de la hepatitis C, existen otras cuatro variedades.

La hepatitis vírica parte de la acción de un virus que, al infectar las células hepáticas, provoca la inflamación del hígado. Los virus de la hepatitis se diferencian unos de otros con las letras del alfabeto A, B, C, D y E. Aunque los síntomas que provoca la infección son parecidos, la evolución, el pronóstico y el tratamiento pueden variar mucho entre unos y otros tipos.

Distinguir la naturaleza de una hepatitis vírica de otra depende del virus que la origina y la duración de la infección, que puede prolongarse durante meses mediante una patología aguda o durante años a través de una infección crónica, explica el hepatólogo José María Sánchez-Tapias en un capítulo del Libro de la Salud del Hospital Clínic de Barcelona y la Fundación BBVA.

Cada hepatitis vírica tiene mecanismos y vías de transmisión diferentes, por lo que su contagio depende del tipo de virus, de lo susceptible que sea una persona para contraerlo y de su evolución individual, una vez enferma.

  • Hepatitis A
    Su transmisión se realiza por vía oral-fecal, cuando una persona sana entra en contacto con el virus, que al ser eliminado por las heces, puede contaminar el agua, las manos o la ropa. Aunque es habitual contraer esta hepatitis vírica en entornos sanitarios en desarrollo, la enfermedad inmuniza a los infectados desde la infancia, por lo que la población de estos países está protegida a edad adulta.
  • Hepatitis B
    Se transmite cuando el virus de un paciente infectado penetra en la sangre de otra persona, a partir de una herida en la piel o de las mucosas. Un contagio que se suele producir al compartir utensilios no esterilizados o al tener relaciones sexuales sin protección.
  • Hepatitis C
    Aunque los mecanismos de transmisión en el caso de este virus son muy parecidos a los de la hepatitis B, su contagio es mucho más limitado.
  • Hepatitis E
    Su infección es poco frecuente en un medio sanitario evolucionado por lo que, en países como España, tan sólo se encuentran casos aislados en viajeros procedentes de áreas donde la enfermedad es endémica.

Los síntomas de cada hepatitis y como afrontarlos

Dado el número y la variación de los síntomas de unos pacientes a otros, en las hepatitis víricas se suele atender a la duración de la infección. Su prolongación durante años supone una enfermedad crónica, que sólo puede ser generada por las hepatitis víricas B y D, mientras que todos los virus puede originar una infección aguda que, en función de sus síntomas, se diferencian en:

  • La hepatitis ictérica ocasiona cansancio, congestión y pérdida de apetito.
  • La hepatitis asintomática, a pesar de su frecuencia, no suele presentar manifestaciones clínicas.
  • La hepatitis colostásica genera una ictericia muy marcada, cuyo origen se encuentra en la retención de la bilis.
  • La hepatitis recidivante se caracteriza por aparecer en diferentes brotes, por lo que cuando se supone que la enfermedad está en remisión, tiene lugar un segundo brote.

Las diferentes infecciones agudas no suelen poner en peligro la vida del paciente, excepto en los casos de hepatitis fulminante, frecuente en los virus B y D, en los que las funciones del hígado se ven afectadas en tal extremo que se hace necesario el trasplante hepático.

El control médico de las hepatitis víricas consta de dos apartados importantes: la modificación del estilo de vida y la utilización de fármacos. Más allá de cambios necesarios como abandonar el consumo de drogas, el alcohol o controlar el peso; seguir una determinada dieta o el reposo absoluto no aceleran su curación.

Hoy en día, las posibilidades farmacológicas ofrecen vacunas para las hepatitis agudas del virus A y B y medicamentos como el interferón, cuando la infección se convierte en crónica. Sin embargo, la efectividad de los fármacos es limitada y, además, puede tener efectos adversos, por lo que su administración requiere de un amplio conocimiento del médico sobre la medicación y la evolución de la enfermedad en el paciente.

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