Después, de Cádiz a Almería y de un empleo a otro, hasta que la suerte se torció. «Le presté dinero a un amigo y no me lo devolvió. Eso me hizo cometer el error más grave de mi vida: entrar en su casa para recuperarlo por la fuerza». Su error le llevó a prisión cuatro años.
En la cárcel de La Moraleja conoció a Pilar, la monitora de deportes, que le animó a correr. «Al principio fue diversión, pero luego vimos que se le daba bien», señalan desde el centro.
Del hobby a la profesión hubo poco. Sus buenas marcas le llevaron a varias pruebas y quedó quinto en las medias maratones de Valladolid, Medina del Campo, Tordesillas y Segovia.
Hoy abandonará la prisión y será libre. Echará de menos a sus 1.500 compañeros de la prisión y tiene clara una cosa: «Voy a seguir corriendo y espero hacerlo profesionalmente, porque ya no puedo vivir sin correr».
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