Roger Waters te lleva a la luna en directo

Roger Waters. (Montaje: J.Mª.Martín)
Roger Waters. (Montaje: J.Mª.Martín)
Montaje
Roger Waters. (Montaje: J.Mª.Martín)

"¡Es el mejor concierto en el que he estado nunca!"... cuántas veces se ha pronunciado esta exclamación tras asistir a un recital de nivel en directo.

La gira The Dark Side of The Moon que Roger Waters lleva presentando al mundo desde 2006 es un claro ejemplo de buen hacer sobre el escenario que se refleja en las caras de incredulidad y satisfacción de los asistentes a su salida. De esos conciertos que llenan a todo amante de la buena música, de esos en los que piensas que vale más de lo que has pagado, de los que quieres llevar grabado en la memoria de por vida.

Visitando diferentes foros de distintos países y también páginas web en las que puede verse ya diverso material del tour grabado por el público, las sensaciones son realmente contundentes: las palabras de agradecimiento, las emociones y las experiencias en primera persona, así como la utilización del grado superlativo para todo, predominan muy por encima del resto.

Y es que lo que muestra el cerebro y co-fundador de Pink Floyd a los que le visitan en uno de sus conciertos es verdaderamente difícil de superar.

Siempre elegante, cuidadoso con los detalles y con muchísimo gusto, Roger Waters no distingue entre lugarespara emplearse a fondo y deleitar al respetable con un espectáculo sin igual en el que la música se eleva hasta niveles mágicos, casi indescriptibles, con el fin de agradar a un público que no tiene más remedio que entregarse desde el primer acorde.

Tanto en el Palau Sant Jordi (Barcelona) como en Earls Court (Londres), lo que ofrece el genio Waters es verdaderamente sublime y digno de un estudio a fondo. Y es que el recital, de casi tres horas de duración, conjuga una serie de elementos que hacen que cualquier calificativo se quede corto.

El exterior del Palau Sant Jordi, fotografiado por un lector de 20 Minutos.

(exterior del Palau Sant Jordi, foto enviada por el lector Alberto Agudo)

Un repertorio enorme

Waters presenta un setlist cargado de emociones para aquéllos que adoran la trayectoria de los míticos Pink Floyd y con muchos alicientes para los que la conocen muy 'por encima'. Los temas que se dan cita recorren una etapa que va desde el segundo álbum de la banda de Cambridge -A saucerful of Secrets, 1968- hasta el último disco en el que Waters participó como miembro activo -The Final Cut, 1983-.

Por supuesto, sin pasar por alto trabajos de la altura de The Wall (1979), Animals (1977), Wish Your Were Here (1975) o The Dark Side of the Moon (1973), álbum que da nombre al tour porque Roger Waters lo interpreta íntegramente, casi al milímetro. Lo hace de una forma tan escrupulosa que hasta delega en los miembros de su banda las partes vocales que él no cantaba en la grabación original. Vamos, aquellas en las que David Gilmour, el magnífico guitarrista del grupo, ponía la voz principal.

Waters, eso sí, también pasa por encima de algunas de sus obras maestras en solitario como lo son Perfect Sense part I y part II (Amused to Death , 1992) o el gran Leaving Beirut, sencillo de reciente creación con un gran impacto en directo y una puesta en escena a modo de cómic que sirve, además, para poder seguir la letra de un tema hasta ahora muy poco conocido.

El sonido roza la perfección

El mítico sonido cuadrafónico no puede faltar cuando un miembro de Pink Floyd se dispone a tocar en directo. Puesto por primera vez en escena por la banda a finales de los 60, la versión de sonido envolvente de 360º y cuatro canales que presenta Roger Waters no pasa en absoluto desapercibida.

El tratamiento del sonido siempre fue una de las señas de identidad de Pink Floyd en sus discos, algo que Roger Waters plasma a la perfección en su puesta en escena haciendo que todo suene, en ocasiones, mejor que en el estudio. Y eso sí que es materia complicada cuando se trata de la banda británica.

Así, los efectos, cada una de las explosiones, los juegos de voces e instrumentos... todo se entremezcla por los cuatro costados del recinto llamando contínuamente la atención de un respetable que mira de un lado a otro, como perdido, cuando se escuchan entre otros sonidos los ladridos y balidos que preceden a Sheep, las risas de Brain Damage o las cajas registradoras de Money.

Hipermundo technicolor

La pantalla de alta definición con efectos tridimensionales que preside el escenario muestra imágenes contínuas que evidencian que nada de lo que allí aparece está hecho al azar, que todo tiene su porqué.

Y es que la imagen es otro de los aspectos cuidados al detalle en el recital y también una parte fundamental del mismo.

Desde un cielo estrellado en el que, sin duda, brilla un diamante loco como el fallecido Syd Barrett -el primer cantante de la banda- hasta la magia del viaje a la luna a la que Roger Waters lleva a su público para ofrecerle la segunda parte del concierto, todo lo que se escucha se plasma a la vez en impactos visuales que derrochan fuerza e ingenio.

Algo más que un espectáculo

Un sinfín de elementos, además de todo lo mencionado, enriquecen aún más la puesta en escena de Waters: los martillos de The Wall, que hacen acto de presencia nada más comenzar, el mítico cerdo volador, los fuegos artificiales, un astronauta que sobrevuela el recinto o el gran prisma -carátula del disco The Dark Side Of The Moon- que proyecta desde el techo un arco iris de láser le dan al espectáculo un plus que lo hace 'impagable'.

Así, la gira de Roger Waters -The Dark Side of the Moon- es un todo en uno: una mezcla de sensaciones, sentimientos y euforia provocados por un entorno audiovisual díficilmente igualable y todo a un nivel que muy pocos grupos pueden, hoy día, alcanzar todavía en un directo.

Para seguir entonando al unísono aquello de... The Happiest Days of Our Lives, otro de los clásicos que aborda Waters en su recital, los seguidores de Pink Floyd se aferran ya a un sueño por ahora improbable, el de que algún día vuelvan a juntarse las cuatro cabezas pensantes del grupo británico -Waters, Gilmour, Mason y Wright- para mejorar lo visto en la gira de un Roger Waters que ha demostrado sobradamente seguir en plena forma.

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