Casi sesenta artistas explican en 'Inocencia perturbadora' por qué les gusta jugar con muñecas

  • '¿Por qué en la más rica y poderosa nación, cuando los EE UU son líderes en ciencia y tecnología, a sus mejores artistas les gusta jugar con muñecas?'.
  • Es la pregunta inicial del 'niño malo' y 'voyeurista' confeso Eric Fischl para elegir a 58 creadores que usan artilugios humanoides para hacer arte.
  • La exposición colectiva se define como 'subversiva y escapista', está repleta de sexualidad y erotismo y quiere criticar los valores de la 'sociedad educada'.
Foto de Loretta Lux. La niña es real, pero podría ser una muñeca.
Foto de Loretta Lux. La niña es real, pero podría ser una muñeca.
©Loretta Lux, Courtesy of Yossi Milo Gallery, NY
Foto de Loretta Lux. La niña es real, pero podría ser una muñeca.

Una pequeña relación de algunas de las 87 obras de Disturbing Innocence (Inocencia perturbadora), una exposición colectiva, "subversiva y escapista" que quiere poner en solfa "los valores y las pretensiones de la sociedad educada": cinco muñecas Barbie momificadas; el bebé Michael Jackson gatea hacia el también bebé Charles Manson; una maniquí envuelta en plástico, como si se tratara de mobiliario delicado, en la esquina del salón con piano de un hogar de clase media-alta; una niña maquillada con los ojos cerrados y gesto de éxtasis...

De eso va la cosa: sexualidad, voyeurismo, erotismo, final de la inocencia, placeres solitarios... El coordinador de la muestra, que se celebra hasta el 31 de enero en la Flag Art Foundation del barrio de Chelsea de Nueva York, tiene todas las credenciales para generar polémica y despertar el interés público sobre su siguiente escandalerea: Eric Fischl (1948), el artista plástico, mirón confeso, escritor y, según su biografía, "víctima de una niñez violenta" en un hogar con más alcohol que ninguna otra cosa.

Una masturbación adolescente en la piscina

Hablamos, en general, del niño malo —es el título de su libro autobiográfico, Bad Boy con el que cualquier incorreción es posible: que muestre un cuadro de un adolescente masturbándose en una piscina de jardín o una escultura en bronce de una mujer desplomándose con la que, dijo, quiso ponerse de lado de quienes se dolían por la muerte de las víctimas del 11-S porque le parecían "una minoría" frente a los que lamentaban el colapso de dos hitos arquitectónicos.

Para Disturbing Innocence los galeristas le otorgaron carta blanca como comisario y Fischl decidió basar la muestra en una pregunta: "¿Por qué en la más rica y poderosa nación del mundo, cuando los EE UU son líderes en ciencia y tecnología, a sus mejores artistas les gusta jugar con muñecas?". A partir del enunciado eligió 87 obras de 58 creadores.

Los artistas están casi todos en activo con elgunas excepciones —por ejemplo el fotógrafo de niños enmascarados Ralph Eugene Meatyard o el escultor de las bolas, las jaulas y los péndulos Alberto Giacometti—. Todos, esta vez sin excepciones, utilizan "muñecas, juguetes, maniquíes, robots y otros sustitutos" de una manera "profunda y poderosamente expresiva" para interpretar artísticamente temas como la juventud, la belleza, la transformación, la violencia, la sexualidad, el género, la identidad, la educación, la vida suburbana y la soledad.

Un par de siameses que parecen perros

Muñecos resecos y sucios, con la piel rosada transformada en hollín; historias de folletín entre una muñeca y un oso de peluche; figuras de cera o madera con apariencia de gólem o de figurillas de vudú (con "pelo humano real", apuntan desde la galería); un par de siameses con lenguaje corporal de caninos; escenas de vídeo juegos de acción en las que un tanque ataca urbanizaciones de clase media, Disturbing Innocence incluye también obras de, entre otros, Cindy Sherman, Hans Bellmer, Roy Condo y Paul McCarthy.

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