Dentro de casa, el aire puede estar entre cinco y diez veces más viciado que en el exterior, dependiendo de los diferentes productos tóxicos que empleemos. Y son muchas las horas que pasamos en el hogar.
Entre las fuentes de contaminación están los combustibles (petróleo, gas, queroseno, carbón, madera...), además del humo del tabaco, los aerosoles, ambientadores, pinturas, productos de limpieza, pesticidas, insecticidas, sistemas de calefacción, humidificadores y el polvo. La lista es muy larga.
Ojos irritados, dolores...
Si no entra suficiente aire limpio, la contaminación interior puede llegar a niveles que nos hagan sentir a disgusto y que lleguen a afectar a nuestra salud: tos, irritación en los ojos, dolores de cabeza o reacciones alérgicas.
Incluso en una casa bien ventilada, la contaminación puede ser notable, según las condiciones atmosféricas de temperatura y humedad. De hecho, la mayor parte de los catarros y otras infecciones respiratorias que sufrimos se deben a las bacterias y virus que se desarrollan en el aire estancado.
Limpio, ventilado y con filtro nuevo
Para mejorar la calidad del aire se pueden seguir unos sencillos consejos: ventilar regularmente, reducir el uso de aerosoles, no fumar dentro de casa, instalar extractores en cocinas y baños, limpiar con frecuencia áticos y sótanos para evitar humedades, no abusar de las alfombras, tener la casa limpia de polvo e insectos, revisar anualmente chimeneas y acondicionadores de aire, cambiar asiduamente los filtros de hornos y campanas, y a diario el agua de los humidificadores.
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