La Unión Europea (UE) y Japón crearán una plataforma tecnológica intercontinental, un proyecto con un presupuesto de tres millones de euros y 36 meses de duración en el que Santander es la única ciudad española que participa, algo que ha logrado gracias a su "posicionamiento consolidado" y su "liderazgo social" en esta materia.

Precisamente, en Santander se ha llevado a cabo este miércoles el lanzamiento internacional de este proyecto, denominado Festival y enmarcado en el programa de financiación comunitaria Horizonte 2020 (H2020), con el primer encuentro de los socios europeos y japoneses, que tiene lugar en el Palacio de La Magdalena hasta el viernes, 28 de noviembre.

Los socios europeos que forman parte de este proyecto, además de Santander, son la Universidad de Cantabria, la Comisión para la Energía Atómica de Francia e Ingeniería Informática SPA de Italia. Mientras que el consorcio japonés está formado por cinco miembros, entre los que destacan las universidades de Osaka y Kyoto.

El alcalde de Santander, Iñigo de la Serna; el rector de la Universidad de Cantabria (UC), José Carlos Gómez Sal; y el representante de la Universidad de Osaka, el señor Morito, han presentado en rueda de prensa los detalles del proyecto.

Este proyecto busca profundizar en el impacto tecnológico y social del Internet de las Cosas basándose en las infraestructuras de experimentación y servicio desplegadas tanto a pequeña como a gran escala, han explicado.

Se pretende intensificar la capacidad de las infraestructuras que están siendo desplegadas para interactuar tanto con el entorno físico como con los usuarios finales, de modo que se haga posible que quienes están desarrollando nuevos productos y servicios puedan experimentarlos en entornos variados, como pueden ser los edificios inteligentes, los servicios públicos, el comercio o el sensado participativo.

Para ello, se definirá un conjunto homogéneo de interfaces abiertos que posibiliten la federación tanto de infraestructuras a nivel de ciudad como otras a nivel laboratorio llevando así a la práctica el concepto de la experimentación como servicio, algo en que la UE está extremadamente interesada, con la vista puesta en incrementar la capacidad de innovación del continente, involucrando en ese proceso a un mayor número de agentes sociales.