La calabaza, usos y curiosidades de la siniestra reina de Halloween

  • La tradición de tallar calabazas para la noche de Halloween tiene su origen, como la propia fiesta, en la cultura celta de Escocia e Irlanda.
  • Su objetivo es guiar a las almas buenas y ahuyentar a los malos espíritus.
  • La calabaza, asociada normalemente con conceptos negativos, es en realidad un alimento con multitud de propiedades beneficiosas para el ser humano.
Una calabaza de Halloween inspirada en 'Pesadilla antes de Navidad'.
Una calabaza de Halloween inspirada en 'Pesadilla antes de Navidad'.
AJ Monjes / Flickr
Una calabaza de Halloween inspirada en 'Pesadilla antes de Navidad'.

La calabaza, ese enorme fruto originario de Norteamérica, no tiene un Día Internacional (como sí lo tiene por ejemplo el huevo). No lo necesita, la calabaza no tiene un día propio, pero sí tiene una noche, la de Halloween, cuando se convierte en la gran invitada de esta celebración cada vez más popular en todo el mundo.

Una de las tradiciones más populares de esta fiesta consiste en esculpir calabazas para darles el aspecto de rostros terroríficos. El proceso es sencillo, se corta la parte superior a modo de tapa, se extrae la pulpa para dejarla hueca y se talla una imagen en la superficie. Por la noche, se introduce en ella una vela que produce un llamativo y escalofriante efecto luminoso.

Pero, ¿de dónde procede esta costumbre? A diferencia de lo que piensa la mayoría, el origen de esta tradición —y de la misma fiesta de Halloween— no se encuentra en Estados Unidos sino en la cultura celta y las tierras de Escocia e Irlanda. En concreto, el vínculo de las calabazas con el festejo nace de un viejo cuento popular irlandés que narra la historia de Jack el tacaño.

Aunque existen varias versiones del relato, en casi todas ellas se cuenta que Jack era un astuto granjero que logró engañar al diablo dos veces y, usando un crucifijo, lo atrapó y le obligó a prometer que jamás se llevaría su alma. Cuando Jack murió no pudo ir al cielo, ya que había llevado una vida pecaminosa, pero tampoco podía entrar en el infierno debido a aquella artimaña del pasado. De este modo, Jack se vio sólo en la oscuridad, pero cogió una brasa que le había tirado el diablo y la introdujo en un nabo hueco. Dice la leyenda que, desde entonces, Jack el de la linterna (con su Jack-o'-Lantern, que es el nombre que le dan los anglosajones a las calabazas talladas) vaga eternamente en busca de un descanso que jamás podrá encontrar.

A raíz de este cuento, era habitual en Escocia e Irlanda tallar la siniestra cara de Jack en nabos que se colocaban en las ventanas para indicar el camino a casa a los difuntos queridos y ahuyentar a los malos espíritus. Fueron los inmigrantes irlandeses que llegaron a Estados Unidos los que se dieron cuenta de que las calabazas, grandes, abundantes y sencillas de tallar, eran una materia prima mucho mejor para construir sus linternas.

Una mala reputación

Pese a su noble propósito (alejar el mal), las calabazas parecen condenadas, como el mismo Jack, a un eterno vínculo con los finales tristes. Bien sabe Cenicienta que no es bueno convertirse en calabaza (su carruaje perdió todo el glamour pasadas las doce de la noche), poca alegría les daba a los concursantes del Un, dos, tres acabar con la Ruperta entre las manos y a nadie le gusta recibirlas, ya que es sinónimo de sufrir un rechazo amoroso.

Ruperta.Tampoco es grato dar calabazas, y no lo es desde hace ya más de dos milenios, que es el tiempo que hay que remontarse para encontrar el origen de la expresión. En la Antigua Grecia, la calabaza era considerada un producto antiafrodisíaco y se usaba para anular la líbido y evitar los escarceos amorosos. En la Edad Media, tal y como cuenta en su blog Alfred López, el listo que todo lo sabe, "se recomendó el uso de las pepitas de calabaza durante el tiempo de las oraciones como modo de alejar todos los pensamientos lascivos e impuros". Además, "el mascar las pepitas de calabaza ayudaba a cumplir los votos de castidad".

Más curiosa es una antigua costumbre de algunas zonas rurales de Cataluña, según la cual un pretendiente que iba a comer a casa de la chica podía encontrarse con dos situaciones. Si le ofrecían fuego para el tabaco significaba que la familia aprobaba la relación, si le servían un plato de calabaza, el joven debía enteneder que era rechazado y tenía que marcharse.

Durante un tiempo también fue popular en España la expresión "sacar calabazas" para referirse a un estudiante que había suspendido un examen o una asignatura. No fueron pocas las calabazas que llevaron Zipi y Zape a sus padres en las viñetas dibujadas por Escobar.

Las virtudes de la calabaza

Aunque al hablar de todas estas calabazas se suele pensar en el enorme fruto naranja habitual de Halloween, lo cierto es que este alimento posee multitud de formas y colores. La variedad que se ve durante este festejo es la calabaza gigante y, en ocasiones, también una hermana suya algo más pequeñas, pero en realidad hay decenas de tipos de calabaza: la verrugosa, la vinatera (con forma de botella), la de cuello torcido, la de bellota, la de cabello de ángel (con la que se elabora el conocido dulce)...

La calabaza, muy rica en vitamina C, es un producto muy versátil con múltiples aplicaciones en gastronomía. Algunas variedades no son comestibles pero en otras son aptas para el consumo incluso sus flores. Se prepara hervida, horneada, asada... o incluso cortada y frita como si fueran patatas. Son habituales las cremas de calabaza, pero también se utiliza para hacer sopas, quiches, guarniciones y multitud de dulces tales como tartas y bizcochos. Se puede usar para hacer cerveza y sus semillas son la alternativa más popular a las pipas de girasol.

Desde el punto de vista de la salud, su consumo es muy recomendable. Su principal componente es el agua, así que tiene un bajo contenido en hidratos de carbono y grasas. Es muy buena contra la fiebre gracias a sus cualidades antipiréticas. Es diurética y antiprostática, por lo que suele recomendarse para combatir las enfermedades de próstata.

Es buena para la visión (previene el desarrollo de cataratas) y ayuda al sistema inmunológico. Posee una considerable cantidad de fibra, así que ayuda al tránsito intestinal. De hecho, en ocasiones, los veterinarios recomiendan la calabaza como suplemento en la dieta de perros y gatos con problemas digestivos.

Pero la magia de la calabaza no acaba ahí, también mejora la circulación y ayuda a regular los niveles de glucosa en la sangre, lo que la hace muy recomendable para las personas con problemas reumáticos y las que padecen diabetes. Además, ayuda a eliminar grasa y líquidos del organismo y, por tanto, previene las retenciones y es ideal para el tratamiento de la obesidad.

Sus propiedades antioxidantes reducen el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, pero además las convierte en un interesante producto  en el área cosmética. Tanto el aceite como la piel y la pulpa —en forma de mascarilla— son muy beneficiosas para el cuidado de la piel, ya que ralentizan el envejecimiento de las células.

Al margen de la gastronomía y la salud, las calabazas del peregrino tienen otro uso más llamativo, como recipiente de cocina o cantimplora, ya que poseen una dura corteza, pesan mucho menos que la cerámica y mantienen el agua más fresca.

Es obvio que las calabazas han hecho méritos más que suficientes para quitarse de encima esa etiqueta que las liga al fracaso, aunque —¿quién sabe?— quizá sea ese el punto que las hace tan atractivas.

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