'Regreso al futuro': Si vas a viajar al pasado, hazlo con estilo

El mejor amigo de Doc Brown estuvo a punto de ser un chimpancé y Marty McFly de viajar en un frigorífico. Afortunadamente las coordenadas espacio-temporales implosionaron...
'Regreso al futuro': Si vas a viajar al pasado, hazlo con estilo
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'Regreso al futuro': Si vas a viajar al pasado, hazlo con estilo

“Nunca ha existido un tiempo mejor para estar vivo, para alcanzar cotas de heroicidad y maravilla. Como dicen en la película Regreso al futuro: ‘Adonde vamos, no necesitamos carreretera”.

Ronald Reagan. Debate sobre el Estado de la Nación, 1986.

“¿Que el presidente es Ronald Reagan? ¿El actor? ¿Y quién es el vicepresidente? ¿Jerry Lewis?”

Emmet ‘Doc’ Brown, Hill Valley, 1955.

NADIE... LE LLAMA... ¡GALLINA!

Como en casa, en ninguna parte: para comer y para restañar las ideas de un fracaso profesional. Eso pensó Bob Gale tras la escasa taquilla de la última película que había escrito con su amigo y director Robert Zemeckis, Frenos rotos, coches locos (1980). Hizo el petate y se largó a Saint Louis, Missouri, un lugar que no tiene pinta de ser muy excitante. Aburrido, trasteaba por el hogar familiar… “Allí cayó en mis manos el anuario del colegio de mi padre. De repente me enteré de que había sido el delegado de clase y empecé a preguntarme cómo me habría llevado con él si hubiéramos compartido aula, porque yo siempre fui de los que odiaba a ese tipo de empollones. Y ahí saltó la chispa”. El fuego lo prendió su compañero de facultad y corresponsable del fracaso de Frenos rotos… Robert Zemeckis: “Cuando Bob me lo contó, lo primero que pensé fue en hacer un chiste fácil y zafio: ¿y te imaginas que tu madre, que jura y perjura que jamás besó a un chico en la primera cita, fuera la guarrilla del instituto? Sólo había una manera de averiguarlo: viajar en el tiempo”. Había que salvar, eso sí, la paradoja temporal, más que nada por la cosa de la verosimilitud: “Los mejores viajes en el tiempo son Un cuento de Navidad, de Dickens, y la novela de H.G. Wells. Nosotros nos basamos en los mismos principios: cuando viajas en el tiempo no viajas en el espacio. Parece una tontería, pero muchos no respetan esa idea: además de en el tiempo, parten de Los Ángeles y aparecen en Londres. Nosotros quisimos ser fieles a Wells”.

"MIRANDO EL ANUARIO DE MI PADRE EMPECÉ A PREGUNTARME CÓMO ME HABRÍA CAÍDO SI HUBIÉRAMOS IDO A LA MISMA CLASE" (Bob Gale, guionista)

Era principios de 1981, y Robert Zemeckis y Bob Gale empezaron a pasear por las productoras de Hollywood con un guión, ya por entonces llamado Regreso al futuro. Su presente no era muy boyante, que digamos. Nadie les hacía mucho caso… y con razón. Un tal Steven Spielberg, con el que compartían pasión por el cine de género, había financiado sus dos primeras películas, la anteriormente citada Frenos rotos, coches locos, y Locos por ellos (1978). Ninguna de ellas había hecho un centavo. Sí, Spielberg había reinventado el cine comercial con Tiburón en 1975; venga, vale, también el cine de ciencia-ficción con Encuentros en la tercera fase, en 1977, pero como productor, o el muchacho o sus protegés estaban gafados. Tal vez esta segunda opción sería la buena, porque su tercera colaboración también fue un desastre: Spielberg volvió a reunirse con la pareja para escribir el guión de 1941 (1979), el mayor fracaso de su carrera. Aún así, el muchacho era de ideas fijas y tuvo que ser el propio Zemeckis el que le impidiera meterse en el berenjenal de su nuevo guión. “Si rodamos esta película y no funciona, no volveremos a trabajar juntos jamás”. Parecía el fin del proyecto pero, como bien sentenciaba Doc: “El futuro no está escrito”.

¡TRATA DE ARRANCARLO, DOC!

Y es que a Zemeckis se le apareció una joya preciosa, más bien un pedrusco descomunal: la esmeralda protagonista de Tras el corazón verde (1984), concretamente. Parece que Frenos rotos, coches locos no había disgustado a todo el mundo o, por lo menos, no a Michael Douglas, que solicitó sus servicios para dirigir una de las mejores comedias de aventuras de los 80. Por primera vez, Zemeckis conseguía un taquillazo y las productoras se lo rifaban, pero el primer amor nunca se olvida: “Lo único honroso que podía hacer era ofrecerle el guión a la única persona que tuvo fe en el proyecto desde el principio”. Spielberg volvía a producir a Zemeckis y Gale y, esta vez sí, el proyecto iba a convertirse en inmortal, entre otras cosas, y dicho sea de paso, porque el pedestre frigorífico inicial se había transformado, para alivio de Spielberg, en un flamante deportivo DeLorean. Gale: “Queríamos acabar la película con la máquina del tiempo aterrizando en el patio de los McFly, y era realmente difícil que una nevera aterrizara de una manera plástica”.

Claro está que no todo iba a ser tan sencillo. En 1985, los estudios no eran los grandes conglomerados mediáticos que conocemos hoy en día, y se mantenían las viejas formas. En el caso de Universal, hasta tenía nombre con reminiscencias de pionero del cine: Sid Sheinberg, con el que Spielberg se llevaba bien por una razón: le había hecho ganar mucho dinero con E.T. Según todos los testimonios, Sheinberg solo pidió cuatro cosas: que no llamaran al científico Emmet L. Brown “profesor”; que mamá McFly se llamara Lorraine (como su mujer); que Einstein (pronúnciese “ainstain” en el genial doblaje al español de Luis Posada Mendoza) no fuera un chimpancé como aparecía en el guión original; y, agárrense que vienen curvas, la película debía rebautizarse como El hombre venido de Plutón. Spielberg, Zemeckis y Gale tragaron con las dos primeras condiciones pero, ¿por qué la tercera? “He hecho un estudio y jamás una película con un chimpancé ha tenido éxito”, respondió Sheinberg. “Bueno –contestó Zemeckis–, ¿qué me dice de las películas de Clint Eastwood Duro de pelar y La gran pelea?”. “Eso es un orangután”, zanjó el estudioso Sheinberg. Para solucionar el gentilicio plutoniano, Spielberg tiró de galones. Tampoco es que E.T. en su momento, pareciera un gran título…

¿HAY ALGÚN McFLY EN LA SALA?

Paso dos: encontrar a Marty McFly. Tarea peliaguda. Vale, hoy todos damos por hecho que a Michael J. Fox le sentaba el papel como a Marty McFly unas zapatillas Nike, pero no era el momento ni el lugar. Las películas con adolescentes que triunfaban en aquel momento eran Porky’s (Bob Clark, 1982) o, en su versión algo (tampoco mucho) más sofisticada, Aquel excitante curso (Amy Heckerling, 1982): el salidorro Pee Wee (Dan Monahan) y un melenudo Sean Penn haciendo de porreta. A ver cómo vendías al público una historia basada en Wells pero con otra resonancia clásica bastante más escabrosa: una historia de incesto entre un Edipo y una Yocasta yanquis. Ni siquiera el padrino del asunto, Spielberg, lo veía claro: “Me daban escalofríos cada vez que pensaba en la escena en la que la madre de Marty intenta besarle en el aparcamiento. Cuando se lo dije a Robert y Bob se rieron en mi cara: ‘Claro, ¿a que mola?”. Solo Fox, con su cara de no haber roto ningún plato, podía encarnar a un personaje más propio del cine de Pasolini o de cualquier otro erotómano autor europeo que del blockbuster de la era Reagan: pero Michael estaba ligado contractualmente con la serie de televisión Enredos de familia, entonces en su máximo apogeo. Plan B: Eric Stoltz, que acababa de hacer de adolescente elefante en ese clásico del cine kitsch y de látex (y no lo decimos por Cher), llamado Máscara (Peter Bogdanovich, 1985). Parecía una buena idea… pero se convirtió en una pesadilla.

Bastaron cinco semanas para darse cuenta de que estaban ante un miscast como una catedral. Spielberg recuerda: “Stoltz no era gracioso. Era un gran actor, pero no funcionaba en los gags. Vimos 45 minutos y supimos que, si él seguía como protagonista, aquello sería un desastre. Fue doloroso, pero nosotros lo sabíamos y Eric lo sabía”. Había que retomar el plan inicial a cualquier precio. Exactamente los cinco millones de dólares que ya se habían tirado a la basura. Spielberg: “Gary David Goldberg, el creador de Enredos de familia, era mi mejor amigo. Le expliqué que estábamos en una situación límite y accedió a ceder a Michael siempre que no interfiriera con el rodaje”. Eso significaba que Fox se presentaba en el plató a las seis y media de la tarde y rodaba hasta las 2 de la mañana. “Dormía tres horas, todavía hoy no sé cómo lo conseguía. Fue una locura”. Para él y para el equipo, que debía rodar las escenas sin su presencia.

"MICHAEL [J. FOX] HACÍA AL MISMO TIEMPO 'ENREDOS DE FAMILIA'. DORMÍA TRES HORAS AL DÍA. NO SÉ CÓMO LO CONSIGUIÓ" (Steven Spielberg, productor)

Para compensar “las semanas Stoltz”, hubo que ahorrar en el guión: adiós a la explosión nuclear en Nevada, hola a Doc haciendo tirolina en el reloj de Hill Valley, ese pueblo imaginario creado en los estudios de Universal. Estrés y mucho café, pero las cosas, salvo algún pequeño detalle como que Crispin Glover (papá McFly) hacía lo que le daba la gana “porque así lo hacía Marlon Brando” (Zemeckis dixit), por fin parecían encarriladas.

Más todavía cuando se realizaron las primeras pruebas con público en el infame Hitchcock Theatre, que según Gale: “Se suponía que estaba maldito. Ninguna película preestrenada allí funcionaba. Cuando sacamos pecho ante Sheinberg nos respondió: ‘ni maldición ni gaitas, el problema es que eran malas”. No como Regreso al futuro. De hecho, era tan buena que Sheinberg pisó el acelerador del DeLorean todavía un poco más: “¿Qué os parecería si adelantamos un mes el estreno y la lanzamos a principios de julio?”. Ese era (y es) el fin de semana más importante del año en EE UU. Entusiasmados, Zemeckis, Gale y la gente de ILM trabajaron a destajo en turnos de 24 horas durante semanas. Tan justos llegaron a la fecha del estreno que ni siquiera les dio tiempo a incluir el “To Be Continued” que sí aparecería en la edición en VHS.

EL CONDENSADOR DE FLUZO

El esfuerzo valió la pena. De nada serviría contar el número de espectadores en una época en la que el éxito se medía en semanas. Zemeckis: “Antes no sabías si una película iba a ser un éxito hasta que no aguantaba cuatro semanas en cartel. Si la primera semana iba bien, progresivamente se exhibía en más y más cines. Cuando el cuarto fin de semana superamos a la secuela de Mad Max, sabíamos que teníamos algo grande entre manos. Todo eso ha cambiado y ahora sólo cuenta el primer fin de semana. Ya no es tan divertido”. Podríamos decir que fue la película más vista del año, y sería verdad pero no haría justicia a su inmenso éxito. Tal vez sea más exacto decir que arrastró a Teen Wolf (Rod Daniel, 1985), también protagonizada por Michael J. Fox, a ser la segunda película más taquillera de 1985.

"ANTES NO SABÍAS SI UNA PELÍCULA IBA A SER UN ÉXITO HASTA QUE NO AGUANTABA CUATRO SEMANAS EN CARTEL" (Robert Zemeckis, director)

¿Dónde reside el encanto de Regreso al futuro? Es evidente que el viaje en el tiempo es una historia intergeneracional, que lo mismo encandilaba a los seguidores de Fox como a sus padres, nostálgicos de su juventud. Para Andrew Shail y Robin Stoate, los mayores estudiosos de la película, fue vital una necesidad del guión: que McFly viajara 30 años en el tiempo: “1955 es el último año antes de la revolución contracultural”. Cuando todavía se vive feliz tras la guerra y el horror parece estar alejado. El año en que Allen Ginsberg publica Aullido (Howl) y da el pistoletazo de salida a la utopía hippie; el año en que los blancos empiezan a bailar con la música de negros que poco después acabarían componiendo canciones como Johnny B. Goode, de Chuck Berry; cuando el limpiador de una hamburguesería como Goldie Wilson (interpretado por Donald Fullilove) sueña con ser el alcalde de Hill Valley y, sobre todo y ante todo, el año en el que EE UU empezó a considerar a los jóvenes como un colectivo digno de atención, con James Dean y su Al este del Edén (1955) como iconos. El año en el que todo parecía posible y armonioso. Cuando se creía, firmemente y no por la boquilla de un político fulero, que a donde la sociedad se dirigía no necesitaba carreteras.

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Este artículo se publicó originalmente en el número de CINEMANÍA correspondiente al mes de noviembre de 2013.

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