A veces, la historia se puede contar a través de unos zapatos de Andy Warhol —unos costosísimos Salvatore Ferragamo de edición limitada—, mancillados por unas gotas de pintura. O de un boceto del ilustrador de moda francés Jean Philippe Delhomme, un juego antagónico entre el dandismo de un traje a cuadros y las barbas agrestes de un hipster del siglo XXI.
Esmóquines de lunares (aquel con el que Lionel Messi recogió el Balón de Oro en 2012) , 'manolos' (el exclusivo calzado diseñado por el canario Manolo Blahnik) en color rosa para varones o trajes de luces de blancura lunar, casi antitaurina, son otros de los elementos que componen la exposición Man in progress que la revista GQ exhibe hasta el 2 de noviembre en el Museo del Traje de Madrid y que propone un recorrido por 20 años de moda masculina y, con ello, una reflexión sobre la apariencia y el propio hombre.
La elegancia de la clase business, con sus antifaces para dormir y sus trajes impolutos, incólumes ante las travesías de larga duración, son una constante.
Pero hay otras miradas. Entre ellas, la de la instantánea Cicatrices de espejo (2008) de Javier Salas, tal vez un alegato a favor de una belleza que en la última década también puede ser imperfecta, desollada y recorrida por cicatrices, como las que recorren el cuerpo del varón cubierto únicamente por un calzón que la protagoniza.
También hay descaro y esparcimiento en Siblings, una obra donde la fantasía ha cubierto la cabeza del maniquí con una bola reventona e informe de puntas rojas. Y en los diseños que parecen inspirados en el mundo de los clown de Thom Browne, otra visión de una realidad que habla de puntos de inflexión, de profundidad y de lo frívolo, y que que revisa los nombres de los diseñadores internacionales más importantes que han cosido las dos últimas décadas con distintas puntadas.
El cine y la televisión, musas de la moda
Como en la vida, el cine y la televisión inspiran una parte de la muestra que acoge, por ejemplo, uno de los estilismos grises y acicalados con los que el actor John Slattery asistía a sus citas empresariales de alto nivel en la serie Mad Men o el esmoquin que Tom Ford diseñó para Daniel Craig en la película de 007 Quantum of Solace. Un pasado de ficción de la que se nutre la estética actual.
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