Callejeando por las estrechas vías, ascendiendo sus cuestas adoquinadas y descubriendo cada rincón de este mágico enclave multicolor, se puede pasar la mañana para, al atardecer, llegar a la cumbre de este teatro romano y observar cómo se esconde el sol desde uno de sus estratégicos miradores.
Arcos y bóvedas
Desde allí se divisan todos los edificios históricos de la villa. Entre ellos, el más antiguo: la capilla del Humilladero, que data del siglo xiii y exhibe en sus arcos y bóvedas numerosas policromías.
Si el vértigo es ajeno al visitante, nada mejor que ir enlazando vistas a través de la ruta de los miradores. Para finalizar esta caminata hay que escanciar unas sidras frescas en el escenario central, la plaza de La Marina, mientras se saborean las exquisiteces de la cocina asturiana. Cudillero es el sitio idóneo para probar pescado fresco, como la merluza de pincho o el rape, conocido como pixín por estos lares.
Sólo rodeados de silencio
A escasos 10 kilómetros de Cudillero, junto al pueblo de Castañeras, hay un paraíso donde la fuerza del mar y la exuberancia de la vegetación se combinan para crear un escenario salvaje que escapa a las rutas turísticas. Es la playa del Silencio, un museo de piedras y sal donde bañarse o pasear por sus 500 m de orilla, bordeando las paredes del acantilado y escuchando cómo el mar golpea contra los cantos rodados que forman caprichosas figuras.
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