La moda de lo prefabricado

  • Las viviendas prefabricadas, más baratas, cómodas y rápidas de construir que las tradicionales, son ya una alternativa real, sobre todo como segunda residencia.
Sus materiales, más flexibles, multiplican por 20 la resistencia estructural de estas viviendas.(Archivo)
Sus materiales, más flexibles, multiplican por 20 la resistencia estructural de estas viviendas.(Archivo)
Sus materiales, más flexibles, multiplican por 20 la resistencia estructural de estas viviendas.(Archivo)
Rapidez, comodidad y bajo precio. Éstas son las tres características principales que están haciendo de las casas prefabricadas una alternativa cada vez más firme a las construcciones tradicionales, sobre todo en cuanto a la segunda residencia se refiere. Si se tiene un terreno, ya no hay excusas para no instalar una de estas auténticas viviendas de quita y pon.

La principal ventaja de estas casas es su coste que, aunque varía en función del modelo, suele estar entre los 750 y los 1.000 euros por metro cuadrado, a lo que hay que sumar el precio de la parcela donde se vaya a establecer. Una vez adquirida, su instalación, que incluye el ensamblaje de las piezas y el anclaje al suelo, será cuestión de días.

A pesar de lo que se pueda pensar, cada vez tienen mayores dimensiones (existen modelos de más de 300 metros cuadrados de superficie y con cuatro dormitorios). "Esto las convierte también en una buena alternativa para fijar en ellas la residencia habitual", afirman desde Provicsa, empresa especializada en este tipo de construcciones.

En cuanto a los materiales, predominan la celulosa, el pladur y las planchas de madera, elementos flexibles que hacen que estas viviendas ofrezcan 20 veces más protección estructural que las casas de obra tradicional.

Su mayor problema, la financiación

A diferencia de otros lugares, como Estados Unidos, Canadá o los países escandinavos, en España todavía existe una falta de tradición en estas viviendas que hace que exista un vacío legal en cuanto a su naturaleza. Sus características propias (se pueden desanclar, desmontar y transportar) hacen que las entidades bancarias las consideren como bienes muebles, por lo que no pueden financiarse con un préstamo hipotecario, como el que pueden disfrutar otras casas.

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