Pejac, arte callejero que combina el humor y la melancolía para "ganar la batalla a la rutina"

  • El artista español pinta en la vía pública motivos que van del trampantojo a la silueta elaborada, siempre en un tono poético y agridulce.
  • Sus obras tienen el mismo tono humorístico y reflexivo: un salvavidas en un cementerio de neumáticos, una aleta de tiburón en una piscina de bolas...
  • "Los servicios de limpieza de algún ayuntamiento han borrado algunas obras. (...) Política y sociedad no van de la mano".
Pejac afirma que sus intervenciones callejeras desean buscar la "cara oculta de las cosas"
Pejac afirma que sus intervenciones callejeras desean buscar la "cara oculta de las cosas"
© Pejac
Pejac afirma que sus intervenciones callejeras desean buscar la "cara oculta de las cosas"

"La melancolía es el motor de muchas de mis obras, pero también la suelo mezclar con humor. La combinación de ambos es un buen detonante para lograr un lenguaje poético que huye de la belleza simple y busca su esencia en la cara oculta de las cosas", dice Pejac.

Las imágenes que el artista español —que no revela nombre real, edad ni lugar de procedencia—  crea en la vía pública contienen una poesía melancólica que sorprende al peatón. Celdas con las rejas abiertas y amarradas a los lados como cortinas, una alcantarilla convertida en un código de barras, la figura de un hombre que barre las cenizas en las que se deshace poco a poco, el mundo que se va por el desagüe... En cada trabajo transluce el cariño que tiene por la calle, que considera como el mejor vehículo para "acercar" su arte "a gente que por los motivos que sea nunca ha puesto un pie en un museo o en una galería de arte".

En las paredes es capaz de crear desde sencillos trampantojos —como lo que parece una esquina despegada en un aviso de prohibido fijar carteles— hasta elaboradas siluetas, como la de una niña que parece colgar la ropa y en realidad fabrica una tela de araña. Sobre el papel, cuando expone en galerías o salas, se permite mostrar acuarelas y pinturas elaboradas que no podría crear con tranquilidad en la vía pública: un salvavidas en un cementerio de neumáticos, una aleta de tiburón en una piscina de bolas, un avión de papel estrellándose y dejando una estela de humo y virutas que sobresale del marco...

"La vida del adulto es pura inercia"

Hay obras suyas en Madrid, Barcelona, Málaga, Santander, Salamanca, Lisboa, París, Milán, Moscú... A veces piensa en la idea y después busca el lugar para materializarla. "Puede ser pactado o no", si encuentra ahí afuera el escenario que justo estaba buscando, reconoce que no suele echarse atrás. Pejac confía en la suerte, "la gente nunca me ha recriminado nada. En todo caso algunas obras han sido borradas a conciencia por los servicios de limpieza de algún ayuntamiento. (...) Política y sociedad no van de la mano".

Cuando se le pregunta por influencias no revela grandes nombre ni maestros atemporales. A veces han sido más importantes para él "compañeros de clase de esos que no piensan en las notas", por su actitud ante el arte más que por "las obras de arte en sí". Receloso del mundo académico, destaca que ese tipo de personas son las que dan "lecciones de humildad", la "asignatura pendiente" de algunos profesores universitarios. Fue precisamente tras su primer día en la Facultad de Bellas Artes, cuando —"algo contrariado"— pintó en la calle por primera vez, improvisando "una pintada política en el mismo muro de de la Facultad" con los materiales recién comprados.

Las posibles reacciones de quienes encuentran sus pinturas lo impulsan a continuar. "La vida del adulto es pura inercia y parece que tiende a romperse únicamente por estímulos o noticias negativas. Si además logro una reflexión en las personas que se topan con mis obras en la calle, la cosa va tomando sentido". En cada poesía gráfica que Pejac plasma en una pared, el artista ve una batalla contra la rutina, "y la mayoría de las guerras se ganan con el factor sorpresa".

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