Atrapados por el swing

  • Tras contagiar a varias ciudades europeas y aterrizar en Barcelona, el amor por el baile del swing se extiende ya a varias ciudades españolas.
  • Sus entusiastas, que en los últimos dos años se han multiplicado, la describen como una opción de ocio "divertida, barata, sana, buenrollista y que engancha".
  • Sus orígenes: los clubes de Harlem de los años 30 y 40.
Alba Mengual y Gastón Fernández, responsables de la escuela madrileña de swing Big Mama, realizan una acrobacia en plena calle.
Alba Mengual y Gastón Fernández, responsables de la escuela madrileña de swing Big Mama, realizan una acrobacia en plena calle.
Tamara Pinco / Big Mama
Alba Mengual y Gastón Fernández, responsables de la escuela madrileña de swing Big Mama, realizan una acrobacia en plena calle.

Empezaron siendo muy pocos. Pero, cada día, el número de amantes del swing se duplica, y hasta se triplica. "Es como una onda expansiva", asegura Jesús Carreras, fundador de la asociación Mad for Swing, cuya web se ha convertido en una referencia para los forofos del género en Madrid. En su calendario figuran todo tipo de propuestas para practicarlo en la capital. Si se quiere, hasta los siete días de la semana.

La musicalidad del jazz (su banda sonora) o una escena de la película Hellzapoppin (1941) que navega por YouTube y que está poseída por los pasos desenfrenados del  lindy hop (el  subestilo del swing más dinámico y el que más ha calado entre el público) son razones suficientes para que  muchos se hayan entregado al culto de este baile. Pero son más lo que destacan las virtudes de una nueva "opción de ocio divertida y económica" (muchas de sus actividades, distintas a las clases, oscilan entre 3 y 6 euros), "sana" (se hace mucho ejercicio y se bebe poco alcohol, porque este "no ayuda al equilibrio"), "adictiva" y, sobre todo, "buenrollista".

La ruta del swing

Además, y gracias al boca a boca y a Facebook, ha logrado tejer a su alrededor una sólida red social que permite encontrar planes allí donde uno vaya, una especie de ruta que, en la península, pasa por Barcelona –la ciudad más lindy-hopera-, Valencia, Sevilla, Zaragoza, Toledo, Vitoria, Pamplona, Terrasa o, incluso, poblaciones más pequeñas. Y que se extiende por Europa y Estados Unidos.

En todos estos lugares, uno puede participar con amigos, con su pareja o, incluso, solo.  "Se cambia de pareja todo el rato. Y las chicas también sacan a bailar",  explica Juan Pablo, un aficionado de 35 años que pasa sus martes en el Big Martes, un baile auspiciado por las academias madrileñas Big South y Big Mama y al que está invitado todo el mundo –no solo alumnos- que deseen disfrutar de un noche swing por 3 euros. También Alba, responsable de la segunda de esas dos escuelas, destaca la dimensión social del género: "Cuando estuve en Londres logré integrarme con gente local yendo a las fiestas de la escena de allí", explica. Antes  de caer rendida ante el  lindy hop, probó  otras disciplinas. Pero la salsa no le convenció ("había mucho ambiente de ligoteo y de bebida") y en el tango "había que esperar a que el chico te sacara a bailar". Vamos, "un rollo".

Pablo, que regenta junto a Julia la escuela Big South, destaca otro de los aspectos más divertidos de la escena: los clandestinos o bailes en la calle que se llevan a cabo en parques o enclaves históricos especialmente cuando hace buen tiempo, recordando los orígenes del swing: la vía pública. Aunque, a veces, "hay problemas con los permisos", reconoce.

En cuanto  a la estética de los bailarines españoles, esta todavía está lejos de la de sus compañeros de otras capitales europeas donde los participantes emulan el estilo de los años 30 y  40 que vio crecer la cultura swing con tirantes, chalecos, zapatos de cordones y gorra (ellos) o vestidos de vuelo (ellas).

Las zapatillas de cordones de lona, estilo bambas, que no resbalan, es la única pauta común. "En Londres la gente va supermaqueada. Aquí solo ocurre en fiestas especiales.  Tal vez somos más tímidos en ese sentido", reflexiona Nicolás, que ese día baila en el Big Martes por casualidad: estaba sentado en una terraza frente a la sala donde se celebraba, y al ver la que se estaba montando, no dudó en invitar a la amiga con la que estaba a echarse unos bailes.

Pero, ¿por qué recuperar un baile que nació en los años 30 en Harlem? Además del furor que causa actualmente todo lo que pueda llevar el adjetivo de vintage, Gastón (cofundador de Big Mama), tiene una teoría: "El swing surgió tras una gran crisis. Los pocos centavos que uno lograba reunir se empleaban en pasarlo bien un rato, en bailar. ¿Quién dice que la crisis que atravesamos no ha ayudado al resurgir del baile?", sugiere.

Barcelona, meca del swing

Si en la península se puede hablar de una capital del swing, esa es Barcelona. La fiebre por esta danza llegó hace ya algunos años a la ciudad condal, donde las farolas están empapeladas con publicidad de academias de lindy hop y actividades. "Está de moda", explica Nico, aficionado y residente en Barcelona, que calcula que la escena barcelonesa contará con más de 5.000 aficionados. ¿Dónde se les puede ver? En las plazas, en la playa, en las academias (que han crecido como la espuma), en festivales ad hoc y  en locales  que programan swing. De estos últimos, la sala Apolo va a la cabeza.

La magia musical del Harlem, adaptada al siglo xxi

No toda la música del jazz que recrea las atmósferas de los años 30 y 40, la época dorada del swing,  es susceptible de ser bailada. Para que mueva a la pista se necesita que "se amolde a un tiempo determinado y que incluya fragmentos relativamente repetitivos", señala Julia (Big South). El éxito del baile ha inspirado  el nacimiento y transformación de bandas independientes que miran a la pista. Gangster del Swing, Jingle Django, Mad four Dixie, Salvajes del Swing, Los Krokodillos  o Spirit Rhythm Band son algunas de las que suelen protagonizar las fiestas de música en vivo.

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