El rostro masculino evolucionó para reducir el efecto de los puñetazos, según un estudio

  • Así lo afirman unos científicos de la Universidad de Utah.
  • Ya aseguraraban que el puño humano era distinto al de los monos por esta razón.
  • También explicaría que el rostro del hombre y la mujer varíe tanto.
Imagen recreada de un australopitecos.
Imagen recreada de un australopitecos.
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Imagen recreada de un australopitecos.

Dos científicos de la Universidad estadounidense de Utah, quienes ya han propuesto la idea de que la lucha puede haber moldeado la mano humana, dicen ahora que el rostro masculino quizá evolucionó para reducir el efecto de los puñetazos.

En un artículo que publica la revista Biological Reviews, David Carrier y el físico Michael Morgan, también de la Universidad de Utah en Salt Lake City, sostienen que, especialmente entre los homínidos australopitecos que dieron origen al género Homo, el rostro evolucionó para minimizar las lesiones en las luchas por las hembras, los recursos y otras disputas.

La hipótesis contrasta con la creencia compartida hasta ahora por la mayoría de los científicos según la cual la evolución de rostros robustos entre los ancestros de los humanos fue resultado, en gran medida, de la necesidad de masticar alimentos duros como los frutos secos.

"Los australopitecos se caracterizaron por un conjunto de rasgos que pueden haber mejorado su capacidad para la pelea, incluidas las proporciones de la mano que permiten la formación del puño, lo cual convierte el delicado sistema muscular y esquelético de la mano en un garrote eficaz para la lucha", señaló Carrier, autor principal del estudio.

"Y si la evolución de las proporciones de nuestra mano, de hecho, estuvo asociada con la selección por el comportamiento para la pelea, uno bien puede esperar que el blanco principal de los puñetazos, el rostro, haya evolucionado para protegerse mejor en las riñas", agregó.

Capacidad para la pelea

En un artículo que publicaron en 2012 en la revista Journal of Experimental Biology, Carrier y Morgan observaron que los parientes más cercanos de los humanos, los chimpancés y los bonobos, en general no forman un puño con sus manos, y que cuando flexionan los dedos forman algo más parecido a una rosquilla.

El golpe con la palma de la mano contra una bolsa de arena como la que usan los boxeadores para entrenarse no es más fuerte ni más débil que el golpe con el puño cerrado.

Pero el puño humano reduce el área de impacto y eso aumenta el efecto y la capacidad de causar lesiones mediante un fortalecimiento de la segunda articulación metacarpo-falange, explicaron.

"Cuando los humanos modernos luchan mano a mano habitualmente la cara es el blanco principal de los golpes", señala el artículo. "Lo que encontramos es que los huesos que tienen las tasas más altas de fractura en el cráneo son los que exhiben el mayor incremento de robustez durante la evolución de los homínidos".

Y esos huesos también son las partes del cráneo que muestran las diferencias mayores entre machos y hembras tanto en los australopitecos como entre los humanos.

"En otras palabras, los rostros masculinos y femeninos son diferentes porque las partes del cráneo que se rompen en las peleas son más grandes entre los machos", señalaron los autores.

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