Más de un centenar de obras de arte pop 'veranean' en el Thyssen

  • 'Mitos del pop' condensa el espíritu del movimiento artístico desde sus orígenes británicos hasta su explosión en los EE UU y su expansión por Europa.
  • La exposición propone una mirada renovada del 'pop art' y demuestra nexos con la tradición pictórica a pesar de su naturaleza rompedora.
  • Hay obras de Lichtenstein, Hamilton, Warhol, Robert Indiana, Peter Blake, Eduardo Paolozzi, Wayne Thiebaud, Tom Wesselmann, el Equipo Crónica..
  • Pop art: cuando el arte no es lo que parece.
Bodegón del artista estadounidense Tom Wesselmann, una de las obras de 'Mitos del pop'
Bodegón del artista estadounidense Tom Wesselmann, una de las obras de 'Mitos del pop'
Tom Wesselmann - © Estate of Tom Wesselmann, VEGAP, Madrid, 2014
Bodegón del artista estadounidense Tom Wesselmann, una de las obras de 'Mitos del pop'

Desafiaron a la alta cultura demostrando que cualquier objeto podía convertirse en arte. En una carta personal escrita en 1957, el londinense Richard Hamilton (uno de los fundadores de la corriente) definía el pop art como "popular, efímero, prescindible, de bajo coste, producido en masa, joven, ingenioso, sexy, efectista, glamuroso y un gran negocio". El estadounidense Roy Lichtenstein afirmaba unos años después que las grandes obras de la historia del arte no eran más que "un banco de imágenes", logotipos en nuestra memoria colectiva, listos para ser reutilizados y distorsionados.

El arte pop fue tan liberador para los creadores como cautivador para el gran público e intrigante para la intelectualidad. Ya nada era sagrado, la obra de arte se hermanaba con la publicidad, el cómic, las revistas baratas, los objetos más corrientes... Si la denominada "baja cultura" era una parte inseparable de la sociedad de consumo que emergía tras la II Guerra Mundial, ¿por qué debía evitarse en los museos y las galerías?

En su exposición central del verano, el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid inaugura el 10 de junio Mitos del pop, una selección de más de 100 obras de un lenguaje gráfico directo y cautivador que condensa el espíritu del movimiento desde el pionero pop británico hasta el posterior pop clásico estadounidense y su expansión por Europa.

El código "sigue vigente"

La comisaria de la muestra —Paloma Alarcó, jefe de conservación de pintura moderna de la pinacoteca— propone con la recopilación una "visión renovada" del arte pop "desde la perspectiva que nos ofrece el siglo XXI", demostrar que el código irónico y aparentemente sencillo de las obras de Lichtenstein, Rauschenberg, Warhol, Hamilton, Hockney o el Equipo Crónica "sigue vigente" en el panorama actual y en nuestra manera de interpretarlo.

Dividida en secciones temáticas, la exposición —en cartel hasta el 14 de septiembre— coloca el movimiento artístico en una línea temporal. Aunque rompedor y  precedente de corrientes contemporáneas, hay en él innegables ecos de la tradición pictórica: los autores cultivaron géneros clásicos como el retrato, la naturaleza muerta, la pintura historicista, el paisaje... En el recorrido los trabajos se clasifican en estos géneros revelando la contradicción.

Hay que buscar el germen del pop art en el Independent Group inglés, formado en 1952 por artistas, críticos y arquitectos relacionados con el Institute of Contemporary Arts de Londres. Con la intención de alejarse de las vanguardias europeas y del expresionismo abstracto de los EE UU, pioneros como Hamilton introdujeron la cultura popular en imágenes que funcionaban como comentarios de la cultura de consumo, que llegaba entonces al Reino Unido a través de las revistas y las películas estadounidenses. La exposición cuenta con collages de Hamilton y del escocés Eduardo Paolozzi, predecesores del estallido del movimiento en los EE UU a comienzos de los años sesenta.

Emblemas, viñetas, serigrafías...

La repetición de caras famosas en las serigrafías de Warhol y las viñetas artesanales y descontextualizadas de Lichtenstein representan el desarrollo del arte pop estadounidense. El tratamiento que hacen de la representación humana la conecta de modo inesperado con la cultura popular, la reduce a la condición de cliché y sin embargo convierten esa misma banalidad en arte. Uno de los apartados de la muestra se centra en particular en la figura del mito, en la obsesión por el rostro famoso, con piezas de autores como Ray Johnson, Mimmo Rotella o Peter Blake protagonizadas por James Dean, Marlon Brando, Liz Taylor, los Beatles, los Rolling Stones...

El museo dedica especial atención a la importancia de los emblemas —logotipos y palabras cargados de significado a pesar de su sencillez, mensajes machacones propios de la televisión, los neones y la publicidad— con las famosas Dianas de Jasper Johns y Peter Blake, las loas gráficas de Warhol a las marcas, Eat de Robert Indiana o Coca-Cola de Mario Schifano. Otros aspectos a destacar son el erotismo urbano (metáforas eróticas en un momento histórico de revolución sexual) y la reinterpretación de obras clásicas como la versión de Alain Jacquet de Almuerzo camprestre de Manet o La salita, una adaptación de Equipo Crónica de Las Meninas de Velázquez.

Los organizadores de Mitos del pop se remontan a la pintura de interior y a la naturaleza muerta holandesa del siglo XVII —cuando los géneros se convirtieron en independientes— para explicar cómo se utilizaron los espacios cerrados para construir metáforas y transmitir mensajes morales. La reinterpretación pop de estos géneros pictóricos es una fuente de escenarios mecanizados: el gran beneficiado fue el bodegón, ideal para poner en bandeja ante el espectador suculentos grupos de productos. Entre las piezas exhibidas están Naturaleza muerta nº 34 de Tom Wesselmann, Sin título (Florero II) de Sigmar Polke y Tres máquinas de Wayne Thiebaud; ejemplos del triunfo visual del objeto vulgar que pasamos por alto hasta que el arte pop lo elevó a la condición de inolvidable.

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