Pilar Jurado: “Poder conmover a los demás con tu voz es algo muy muy especial”

La cantante y compositora española asegura que "al salir del escenario es muy enriquecedor comunicarse con los demás, ser natural y estar en contacto con los problemas reales".
La cantante y compositora española asegura que "al salir del escenario es muy enriquecedor comunicarse con los demás, ser natural y estar en contacto con los problemas reales".
ELENA BUENAVISTA
La cantante y compositora española asegura que "al salir del escenario es muy enriquecedor comunicarse con los demás, ser natural y estar en contacto con los problemas reales".

Hace un día espléndido, prácticamente veraniego. Pilar Jurado (Madrid, 1968), tan sonriente y dicharachera como coqueta –le gusta comprobar cómo sale en todas y cada una de las fotos–, es en las distancias cortas una persona cercana, afable y natural. Tanto, que casi cuesta creer que se trate de una de las sopranos más reputadas y portentosas del planeta. Una pionera y una referencia, ya no solo como intérprete, sino también como compositora.

Sentada en la terraza de una cafetería junto al Teatro Real, la que viene siendo su segunda casa, disfruta charlando de su amor infinito por la música, sus múltiples proyectos en campos diferentes y su lucha encarnizada en defensa de la cultura, un arma que considera tan poderosa como necesaria para vivir dignamente. Todo ello, disfrutando de un café con leche, con la música de fondo de un violinista callejero y rodeada de turistas que fotografían la fachada del emblemático teatro ajenos al hecho de que, tras ellos, está una de sus más grandes figuras.

Soprano, compositora, directora de orquesta, profesora... La vida le da para mucho.

Bueno... La vida da para mucho si la vives con mucha intensidad todos los días. Y yo procuro hacerlo.

¿De qué actividad disfruta más?

Es complicado decidirse por una sola, la verdad. Amo todo lo que hago, así que no podría prescindir de nada. Y no me gustan nada las etiquetas. Creo que el ser humano tiene capacidad de ser muchas cosas diferentes, así que hay que intentar dar rienda suelta a todo aquello que te produce curiosidad y te estimula. Y a mí me estimula y me interesa todo lo que tenga que ver con la belleza.

Pero subirse a un escenario... eso no se puede comparar con nada. ¿O sí?

Evidentemente es algo que me encanta. Poder conmover a los demás con tu voz es muy muy especial. Y ya no solo a los demás, sino incluso a ti misma. Tus sensaciones internas, la vibración que te transmite tu propia voz... Es algo inexplicable que hace que a menudo me erice cuando estoy sobre un escenario.

La voz. Esa voz. ¿Cómo la cuida toda una soprano?

Pues no hago nada especial, pero porque llevo una vida muy sana. No bebo, no fumo, apenas salgo por la noche... ¡Hablo mucho, eso sí! [risas]. El canto es una profesión muy exigente, y hay profesionales que incluso llegan a ser un poco neuróticos respecto al cuidado de su voz. Me parece lógico: al fin y al cabo, eres un atleta de la voz. Pero yo descubrí que, cuanto más te restringes, cuanto más tratas de vivir entre algodones, más neurótico te vuelves y más problemas acabas teniendo. Me liberé de ese miedo hace tiempo y hoy en día me siento segura y tranquila, porque veo que mi cuerpo responde y me puedo poner a cantar en cualquier momento. Afortunadamente, tengo mucha facilidad.

Hábleme de ese nuevo disco que está preparando, El diablo en el poder. Está ya a punto de caramelo...

Sí. Verá la luz a finales de septiembre. Es un trabajo maravilloso del que estoy realmente orgullosa. Un disco de  música española muy ligado a dos lugares muy importantes para mí: el Teatro de la Zarzuela de Madrid y el Liceo de Barcelona. Para su confección hemos querido recuperar algunas de las grandes joyas de nuestra literatura musical. Joyas que, por alguna razón, quedaron en el olvido y que siempre viene bien reivindicar, porque en su momento tuvieron una vida gloriosa, salieron de gira por Europa, Latinoamérica... He descubierto que me identifico mucho con aquellos músicos, porque ellos también tenían su propia empresa, creían profundamente en la música y luchaban para sacar sus obras adelante. Además, en un momento en el que todo anda tan convulso respecto al tema de las identidades, me parece muy hermoso recordar lo difícil que fue que cada lugar pudiera reivindicar su papel en la historia a través de su música.

Este es un álbum muy de género, pero anteriormente ha mezclado su música con el jazz, la bossa nova, la electrónica... ¿El purismo para los puristas?

El purismo es maravilloso cuando toca ser purista. En este disco había que serlo, como en el caso de L'arte della coloratura (2008). Cuando toca, soy la más purista del mundo, porque conozco el estilo y puedo adaptar mi voz a los diferentes vibratos y maneras de interpretar. Pero disfruto muchísimo buscando sinergias con otros sonidos. Se me ha criticado poco por ello, la verdad, y creo que es porque siempre lo he hecho desde el máximo respeto, buscando la calidad y la mejor fusión posible entre estilos. Personalmente, estoy muy orgullosa de todos y cada uno de mis trabajos. No soy como esos artistas de un género que de pronto hacen un disco de fusión y se excusan diciendo «bueno, es que quería llegar a más público», como disculpándose o como si se tratase de un disco menor. En mi caso, ninguno de mis discos lo es.

Así que es usted ecléctica por naturaleza. ¿Qué es lo más alejado de la ópera que podríamos encontrar buceando en los discos que tiene en casa?

Escucho de todo. Lou Reed, Genesis... Escucho infinidad de cosas muy dispares. Creo que debe ser así, si de verdad te gusta la música.

También es una apasionada del séptimo arte, como ya demostró en los discos Una voz de cine o Arias de cine. ¿Es más de Lars von Trier o de Ocho apellidos vascos?

[Risas] Un poco más de Lars von Trier, la verdad, aunque a veces me marea cuando mueve mucho la cámara. Ha hecho cosas que me han encantado, como Bailar en la oscuridad o Melancolía, y otras que no pude ni terminar de ver, como Anticristo. Pero eso me pasa con la mayoría de los directores: desde Woody Allen hasta Pedro Almodóvar. Hay películas que me encantan y otras que no me gustan nada. No soy fanática incondicional de ninguno.

"Hay que ser diva en el escenario, nunca fuera de él", ha dicho en alguna ocasión. Entonces, cuénteme: ¿en qué consiste ser una diva?

El divismo es algo que solo te pueden adjudicar los demás. Algo intangible y muy difícil de definir. Cuando estás sobre el escenario se produce algo mágico, una especie de ritual sagrado. Y de eso es de lo que la gente se enamora, de esa manera de sublimar la realidad. Pero al salir del escenario es muy enriquecedor comunicarse con los demás, ser natural y estar en contacto con los problemas reales. El concepto clásico de diva me resulta un poco ajeno. Yo soy Pilar Jurado, sobre el escenario y fuera de él.

Entre esos problemas reales que cita está el trabajo infantil, contra el que lucha activamente.

Sí. El año pasado, la Organización Internacional del Trabajo me nombró colaboradora especial para la erradicación del trabajo infantil. Es un gran honor y una responsabilidad. Queremos concienciar a la gente de este problema a través de la música, que es la herramienta que poseemos. El 12 de junio es el Día Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil y dos días después, el 14, haré un concierto especial con la Orquesta Ciudad de Granada. Creo que va a ser algo muy bonito. Y se trata de una causa realmente importante, por la que hay que luchar con todas nuestras fuerzas.

Eventos como este pueden atraer a mucha gente a uno de sus conciertos, pero mucha gente piensa que la ópera es algo que solo está al alcance de unos pocos, unos elegidos. Haga autocrítica. ¿Hay cierto elitismo en este mundo?

En cierto modo, sí. Pero eso depende de tu actitud. Yo, por ejemplo, no vengo de un mundo de élite. Soy una ciudadana absolutamente normal, que nació en un barrio normal e hija de unos padres que no son músicos. En mi casa no se iba a la ópera los fines de semana y, sin embargo, me muevo en este mundo. Es importante comunicar lo que somos y lo que hacemos, de cara a que la gente se sienta identificada con ello. Es cierto que hay elitismo, pero también es verdad que una producción de ópera es infinitamente más cara que cualquier producción de música pop o de rock. Imagina montar el concierto de rock más caro posible: siempre será la mitad que una ópera. Y eso obliga a un teatro a necesitar una taquilla elevada. Pero es curioso: hay mucha gente que se gasta mucho más dinero en ir al fútbol los fines de semana. Así que creo que se trata más bien de una cuestión de educación.

Educación. Como profesora del Conservatorio, esa palabra la toca muy de cerca...

Sí. En Alemania he escuchado a niños silbando canciones de Wagner. Aquí es impensable escuchar a nadie por la calle silbando algo de Barbieri, por ejemplo. Creo que todavía hay mucho trabajo que hacer. Pero desde luego no vamos por el buen camino: por poner solo un ejemplo, se ha suprimido la asignatura de Música en las escuelas, en lo que creo que es un ataque frontal al mundo de la música y a los propios ciudadanos. Hay muchísimo en juego.

¿Qué les dice a los jóvenes que quieren dedicarse a la música?

Les digo que cada uno tiene que ser capaz de luchar por sus sueños. Por encima de todo. Pero le diría lo mismo a cualquier joven que se vaya a enfrentar a la vida y al reto de mejorar en una disciplina, ya se trate de música, ingeniería genética, arquitectura o de cualquier otra cosa. Que dificultades tenemos todos. Y que no todo el mundo es excelente en lo que hace, pero si te sientes hábil en algo y realmente te gusta y disfrutas haciéndolo, hay que luchar por ello con todas tus fuerzas.

En su caso hay un virtuosismo evidente y toda una vida de trabajo, pero ¿cree que se puede llegar a crear música desde la pura intuición, sin tener ninguna clase de conocimiento académico?

A veces, en el sitio más insospechado, aparece alguien con un talento desbordante. Pero si ese talento va acompañado de técnica y trabajo duro, se convierte en algo mucho más sublime. Es una pena que haya gente que no tenga las herramientas para desarrollarlo. Como en todo, el saber no ocupa lugar, y hay que dedicarle tiempo a las cosas. Pero desgraciadamente vivimos en la cultura de la inmediatez, de los operaciones triunfo, del 'coge el dinero y corre'... Y la vida no tiene nada que ver con eso. No se trata de alcanzar ningún triunfo, sino de ir superándose poco a poco con pequeños éxitos que dan paso a nuevos proyectos. De estar siempre en movimiento. La vida, y en concreto la vida artística, es una carrera de fondo llena de pequeñas metas y retos.

La piratería es, precisamente, un gran reto. Y contra ella se ha manifestado usted muy duramente. ¿Se le ocurre una solución para un problema tan complejo?

De la misma manera en que hay que educar a los niños en el amor a la música, también hay que educar a la sociedad. Porque la sociedad roba, literalmente, cosas que tienen un valor. Es duro decirlo así, pero descargar contenido protegido por propiedad intelectual no tiene otro nombre que el de robar. Pero la gente no lo hace por maldad, sino porque entre otras cosas no es consciente de lo que ello implica. Al bajarse un disco, el internauta piensa que se perjudica al artista pop que vive rodeado de lujos, pero esa no es la realidad: del mundo de la música vive muchísima gente. Se está jugando con el pan de muchos trabajadores. No hay sector que soporte una disminución de las ventas del 70%, como ha ocurrido con la música. La gente se ha acostumbrado al todo gratis, y eso no puede ser. Y aunque mejore la economía, si la gente no cambia el chip es muy complicado darle la vuelta a esta situación. Hay que subrayar que eso de la cultura libre para todos es una gran mentira: hay gente lucrándose enormemente con las descargas ilegales. Gente conectada incluso con redes de narcotráfico. Y ojo, que yo soy una ferviente defensora de Internet: también descargo muchísima música, pero pagando. En general, creo que es una herramienta maravillosa, pero de la que se debe hacer un buen uso. Como todo.

A la hora de comprar discos y acudir a conciertos, tampoco ayuda un IVA del 21%...

No, desde luego. Creo que eso ha sido una gran metedura de pata por parte de este Gobierno. Viendo los estragos que está provocando, espero que rectifiquen lo antes posible. Y confío en que así lo harán. No vale con bajarlo a un 13%: debería ser mucho menor. Porque la cultura no es un lujo, sino un bien de primera necesidad en el desarrollo de una persona. Y estamos viviendo un momento de empobrecimiento cultural importante que puede tener graves consecuencias.

Forma usted parte del Consejo Artístico de la Música y conoce al ministro de Cultura, Juan Ignacio Wert. ¿Le ha comentado todo esto?

Sí, claro que se lo he dicho. Y me ha contestado: "Ah, sí, sí. Ya, ya..." [risas]. No lo conozco mucho, pero considero que no es una persona del mundo de la cultura, en tanto en cuanto no está entendiendo bien todo lo que significa para un país. Eso no quiere decir que no se haya rodeado de gente muy válida, como el secretario de Estado de Cultura o el director general del INAEM. Así que no debemos meter a todo el mundo en el mismo saco, porque hay quien está haciendo un gran trabajo y tratando de impedir que esta crisis afecte aún más a la cultura. Y me parece una pena que no se pongan más medios a su alcance para que desarrollen todas sus ideas en favor del fomento de la cultura.

Hablando de crisis. ¿Cómo le afecta a usted?

Me afecta, como a todos. En estos tiempos es mucho más complicado generar y producir proyectos. La situación económica de España te obliga también, por ejemplo, a hacer muchas más cosas en el extranjero. Es una realidad: la gente tiene menos poder adquisitivo y compra menos abonos para el teatro, menos entradas, menos discos... Pero en cualquier caso, me considero una privilegiada, porque hay gente con una situación mucho peor que la mía. Este país no se merece pasar por lo que está pasando.

Nacida con estrella

Desde muy niña, Pilar Jurado ya mostraba unas habilidades para la música fuera de lo normal. Su madre cuenta de ella que con tan solo un año y medio ya cantaba, y que cuando le regalaron un xilófono con 3 años, apenas tardó un día en esbozar sus primeras melodías. Poco después, con 8, entró al Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, donde estudió piano, canto, composición, musicología, pedagogía musical y dirección de orquesta. Así pues, parecía predestinada a la música desde muy temprano. ¿El artista nace o se hace? "Es una mezcla de ambas cosas –apunta Pilar con humildad–. Está claro que hay algo en el artista que viene de fábrica, pero para que eso fructifique tienes que dedicarle mucho trabajo. Y eso también vale para cualquier otra actividad. Pasión y tesón deben ir siempre de la mano". Ella parece el mejor ejemplo de aquella frase: "Que la inspiración te pille trabajando". En su caso, es difícil encontrarla haciendo otra cosa.

Una mujer en un mundo de hombres

Pilar Jurado es, a día de hoy, la única mujer que ha estrenado una ópera propia en el Teatro Real, La página en blanco, que en abril de 2011 fue acogida con entusiasmo por la crítica y el público del legendario auditorio madrileño. "Fue como un pequeño regalo del universo, un gran privilegio", recuerda. Teniendo en cuenta que apenas son una veintena las mujeres que en todo el mundo han estrenado una ópera propia, la pregunta resulta inevitable. ¿Es este un mundo de hombres?

"Yo nunca me he sentido así. Es cierto que son poquísimas las mujeres que han compuesto y estrenado óperas, y algunas lo tuvieron que hacer firmando esas obras con el nombre de su marido", cuenta Pilar. "Pero nunca he pensado que tenga más o menos trabas por el hecho de ser mujer. Es muy difícil estrenar una ópera de todos modos, seas hombre o mujer. Pero una cosa está clara: cuantos menos complejos tengas, más capacitada estarás para conseguirlo todo". Si no todo, Pilar Jurado ya ha logrado cumplir una buena parte de su sueño.

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