Condenan a 59 años de cárcel al autor del triple crimen de la Sagrada Familia

  • También deberá indemnizar a los familiares de las víctimas con 370.000 euros.
  • La sentencia recoge que el condenado actuó para vengarse de su expareja.
  • Ni los ancianos ni la menor pudieron oponer resistencia alguna al ataque.
El presunto autor del triple crimen del barrio de la Sagrada Familia, muy envejecido, en el banquillo de los acusados de la Audiencia de Barcelona.
El presunto autor del triple crimen del barrio de la Sagrada Familia, muy envejecido, en el banquillo de los acusados de la Audiencia de Barcelona.
ANDREU DALMAU / EFE
El presunto autor del triple crimen del barrio de la Sagrada Familia, muy envejecido, en el banquillo de los acusados de la Audiencia de Barcelona.

La Audiencia de Barcelona ha condenado a 59 años de cárcel a Alejandro Cuartero Gil por matar a martillazos a los ancianos padres y a una sobrina de su expareja, menor de edad, en el barrio de la Sagrada Familia de la capital catalana como venganza por la ruptura sentimental. Además, deberá indemnizar a los familiares de las víctimas con 370.000 euros por los daños morales causados.

La sentencia llega dos semanas después de que los nueve miembros de un tribunal popular le declararan culpable por unanimidad de dos delitos de asesinato con alevosía, otro con alevosía y ensañamiento y un delito de violencia psíquica habitual, aunque le absolvieron del robo del que también estaba acusado. Tras escuchar el veredicto, la Fiscalía rebajó su petición de 81 a 66 años de cárcel y ahora el magistrado que presidió el jurado le condena a 35 años de prisión por el asesinato de los ancianos, a otros 22 por la muerte de la menor y a un año y medio por el maltrato psicológico.

Además, le condena a indemnizar con 20.000 euros a su expareja, Mónica, por el maltrato psicológico, y con 150.000 euros por los daños morales provocados por el asesinato de sus padres y su sobrina. El procesado también deberá pagar la misma cantidad a la hermana de Mónica y madre de la menor, 30.000 al hermano de la anciana y 20.000 a la hermanastra de la menor.

La relación sentimental entre Cuartero y Mónica terminó en junio de 2011 y ella se fue a vivir a casa de sus padres, situada en el número 287 de la calle Sardenya, a escasos metros del templo de Antoni Gaudí, para cuidar de ellos (tenían 78 y 87 años) y de una de sus sobrinas (nieta del matrimonio), de 16. Durante meses, Cuartero la acosó: la seguía, contactaba con personas de su entorno, le instalaba dispositivos de seguimiento en el coche y le mandaba mensajes amenazantes para que volviera con él.

La mañana del 27 de enero de 2012, cuando Cuartero se dirigió al domicilio y, armado con un martillo, golpeó en la cabeza reiteradamente a los ancianos y a la menor —que padeció un gran sufrimiento con hasta 17 golpes—, quienes no pudieron oponer resistencia alguna. Antes de irse, cubrió los rostros de sus víctimas. La sentencia sostiene que el triple crimen, que impresionó incluso a los investigadores, fue "el punto final" del acoso de Cuartero hacia Mónica, la "culminación de una obsesión como una cruel venganza" por no haber querido volver a vivir con él.

Pruebas inculpatorias

El procesado dijo que estaba en su casa y paseando al perro en el momento del crimen pero pero varias cámaras captaron su vehículo momentos antes y después de los tres asesinato en la zona y también le grabaron a él, con su gorro de cowboy y su cojera, lo que no dejaba lugar a dudas para el jurado. Cuatero también dijo que fue el perro de las víctimas el que le manchó la ropa de sangre cuando lo sacaron del piso y se lo entregaron a Mónica y a él, que habían sido avisados por los Mossos. Sin embargo, nadie más se manchó porque la sangre de la mascota ya estaba seca.

Por último, la sentencia recoge que Cuartero intentó desviar la atención pero que cubriera los rostros de las víctimas apuntaba a alguien cercano y continuó siguiendo a Mónica —los Mossos pudieron comprobarlo gracias a las antenas de repetición— y enviándole mensajes haciéndose pasar por sicarios sudamericanos, de los que la mujer informó a la policía. En uno de ellos, reveló un dato del crimen que no había sido publicado por la prensa y que sólo conocían los investigadores y el asesino.

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