¿Y si los países del eje hubieran vencido en la 'Gran Guerra'?

  • La historia contra-fáctica permite descubrir ‘historias alternativas’ dentro de la propia historia, aunque no todos los historiadores lo dan por válida.
  • La mayoría de hechos en estudio pertenecen al periodo comprendido desde finales del siglo XX hasta la actualidad.
  • Se ha cumplido el centenario del primer conflicto bélico escrito.
Soldados alemanes con un mortero en la trinchera.
Soldados alemanes con un mortero en la trinchera.
© IWM (Q 56544)
Soldados alemanes con un mortero en la trinchera.

Se denomina historia contra-fáctica (o contra-factual, o alterna o virtual), lo que, simplemente, se deduce una vez que nos hemos preguntado “¿Qué habría pasado si ...?”.

Hay auténticos historiadores, como Niall Ferguson, que piensan que la historia contra-fáctica es un método válido para el estudio de la historia. Pero no todos están de acuerdo en eso. A otros no les parece un ejercicio suficientemente serio para ser realizado por historiadores, y lo restringen al ámbito de los juegos de mesa -E.H. Carr- o de la literatura de ficción.

Lo que esta claro es que la ‘historias alternativas’ ha permitido, desde los primeros testimonios conservados hasta la historiografía más reciente, examinar las diferentes aproximaciones a los hechos acaecidos a partir de finales del siglo XX.

La novela versus historia

En la literatura de ficción hay grandes novelas de este tipo. A modo de ejemplo, cabe destacar dos, escritas ambas en la segunda mitad del siglo pasado: El hombre en el castillo (The Man in the High Castle), una novela de Philip K. Dick publicada en 1962; y El sueño de hierro (The Iron Dream) de Norman Spinrad, publicada diez años después, en 1972.

La trama de la primera se desarrolla en los Estados Unidos, 15 años después de que las fuerzas del Eje (Alemania, Italia y Japón) hayan derrotado a los aliados en la Segunda Guerra Mundial. Bajo esta hipótesis ‘contrafáctica’, el territorio de los Estados Unidos ha sido dividido en tres zonas. La costa este la ocupan fuerzas alemanas;  la costa oeste, fuerzas japonesas; y, en el centro, un territorio de estados autónomos. Esta novela, de uno de los grandes maestros de la ciencia ficción, no era, evidentemente, la primera obra que recogía una versión ‘alternativa’ de la historia, y sin embargo sirvió para definir el género de 'novela ucrónica'. Con todo merecimiento (lo descubrirá quien la lea) ganó un Premio Hugo (el máximo galardón de la ciencia ficción) y contribuyó a convertir a Dick en uno de los más conocidos escritores de ese género.

El autor de la segunda obra, Norman Spinrad, formó parte de la Nueva Ola de la ciencia ficción, que surgió en los años setenta. El libro es una ucronía dentro de otra ucronía. Comienza con la falsa presentación de un escritor de ciencia ficción que acaba de morir y ha dejado un manuscrito que se incluye inmediatamente en la novela. El escritor muerto es Adolf Hitler. Había emigrado a Nueva York en 1919, tras haber combatido en la Primera Guerra Mundial.  El manuscrito que ha dejado, que conforma la mayor parte del libro, es El Señor de la Esvástica, la historia de un joven genéticamente puro que habita una Tierra cuya población ha sufrido los efectos de una guerra termonuclear que ha causado horrendas mutaciones. El joven líder propone la eliminación masiva de los mutantes. ¿Les recuerda a algo?

Estos dos ejemplos son una prueba de que la historia contra-fáctica ha tenido, y tiene, especial predilección por la Segunda Guerra Mundial. Pero en los últimos años, a medida que se acercaba el centenario de la anterior conflagración internacional, la Gran Guerra, la Primera Guerra Mundial, han surgido en diversos medios de comunicación algunas propuestas ‘alternativas’ que han pretendido responder a la ya citada pregunta básica de lo contra-fáctico: “¿Qué habría ocurrido si las fuerzas del Eje hubieran vencido en la Primera Guerra Mundial?”. Veamos.

La pregunta pertinente

La historia contra factual es, en sí, diferente de una ucronía o ficción histórica. La ucronía utiliza la historia alternativa como escenario para desarrollar un relato, mientras que la historia contra fáctica parte de una condición y explora los posibles cambios en la historia posterior. Pero la condición, en el caso que nos ocupa, no parece, a primera vista, tan evidente: ¿pudo realmente el Eje ganar la guerra?

En las hipótesis desarrolladas por los especialistas parece evidente que, para que Alemania hubiera podido ganar la guerra, tendrían que haber variado una o varias de las circunstancias que realmente se dieron. La más clara y, seguramente, la más determinante de ellas fue la participación de los Estados Unidos en la contienda.

La mayoría de los autores considera que si EEUU se hubiera mantenido realmente neutral (como declaró que iba a hacer al principio de la contienda) y no hubiera ayudado a los aliados, es muy posible que Alemania hubiera podido vencer, porque en 1918, los aliados europeos (sobre todo Francia y Gran Bretaña), aunque también Alemania, estaban exhaustos. ¿Pudo ocurrir? ¿Pudo EEUU haberse mantenido neutral?

La respuesta es contundente: sí. De hecho, el presidente Woodrow Wilson había ganado las elecciones haciendo bandera de su neutralidad. Pero, además, si se hubiera abstenido de entrar en guerra, “podría haber ejercido de mediador entre ambos contendientes”, asegura Thomas Fleming, autor de La ilusión de la Victoria: América en la Primera Guerra Mundial, refrendando la tesis de otro historiador contra–fáctico, Gary J. Kornblith. La guerra, entonces, podría haber terminado en 1916 o 1917, con una paz negociada basada en la admisión mutua de que el conflicto se había convertido en un punto muerto.

Wilson tuvo que hacer un importante esfuerzo de propaganda belicista para conseguir que la opinión pública estadounidense cambiara de parecer. Incluso desoyó reiteradamente a su secretario de Estado, William Jennings Bryan, que fue un continuo e insistente defensor de la no intervención del país americano en la contienda. Bryan quería prohibir la compra de material de guerra tanto a los aliados como a los alemanes. Sin el respaldo de armamento y municiones estadounidenses, y de préstamos económicos, los aliados se habrían visto obligados a abandonar su objetivo de dar “el golpe de gracia” a Alemania. Las cosas habrían sido de otra manera.

¿Por qué entraron, entonces, los EEUU en la guerra? Porque el premier británico, Lloyd George, supo tentar a Wilson: si se abstenía de participar sería imposible que tuviera un asiento en la mesa (de reparto) de la paz.

¿Qué habría pasado después?

Algunos historiadores han señalado que las dos guerras mundiales en realidad deberían considerarse como un solo conflicto con una larga tregua en el medio. Si este punto de vista es aceptado, entonces el resultado oficial de la primera fase de este enorme conflicto puede haber sido importante por razones distintas a las habitualmente citadas.

Aunque no todos los historiadores se ponen de acuerdo en todas las consecuencias que una victoria del Eje (Alemania, el Imperio Autro-Húngaro y el Imperio Otomano) hubiera provocado en el devenir del mundo, sí hay unas cuantas en las que parecen coincidir definitivamente.

La primera de ellas es que el nazismo no habría llegado nunca a ser hegemónico en Alemania. La victoria del Káiser habría evaporado de la historia el Tratado de Versalles, que impuso draconianas condiciones al vencido y fraguó, desde el mismo instante de su firma, el resentimiento que impulsó la propagación del nazismo.

Sin Hitler de caudillo ni poder en sus manos, la Segunda Guerra Mundial es realmente posible que no hubiera tenido lugar o, en todo caso, no de la forma en que se desarrolló en la realidad. Porque, sin nazis en el poder, no habría habido persecución de judíos y, a la postre, no habría habido Holocausto. Y sin Holocausto, es muy probable que el sionismo no hubiera encontrado eco a sus propuestas de ocupación de Palestina, por lo que el conflicto más largo y desigual de los que se mantienen en el siglo XXI no habría tenido lugar.

Sin un nazismo hegemónico (con las consecuencias que acabamos de ver), ¿qué clase de Alemania se habría desarrollado? ¿La potencia militarista prusiana de Bismarck o la Alemania con el movimiento sindical más grande de Europa a principios del siglo 20?  Ningún autor se atreve a ser tajante en este asunto y lo más probable es que hubiera sido algo parecido a una mezcla de las dos.

En el resto de Europa, las cosas también habrían evolucionado de otro modo. La derrotada Francia es muy probable que se convirtiera en un semillero para el fascismo. Y Gran Bretaña, que habría visto su marina de guerra desarbolda, habría tenido que ceder a Alemania sus intereses petroleros en el Medio Oriente y el Golfo, mostrándose incapaz de contener el nacionalismo indio. En la práctica, el Imperio Británico habría sido insostenible.

La Unión Soviética, en fin, con un vecino poderoso como la victoriosa Alemania, habría podido ser desestabilizada, pues probablemente Alemania habría apoyado a los rusos blancos frente a los bolcheviques y, tal vez, habría intentado restaurar allí la monarquía. En todo caso, es dudoso que fuera invadida como lo fue en 1941.

Los Estados Unidos, por último, se habrían convertido en una firme potencia aislacionista y no el ejecutor del orden internacional que ahora contemplamos, el policía de un mundo que intentan sea solo unipolar. Roosevelt, en este escenario, posiblemente nunca se hubiera involucrado en otra guerra en Europa, aunque es posible que sí lo hubiera hecho contra el Japón.

Por lo tanto, es muy poco probable que, 21 años después de acabada la Primera Guerra Mundial, se hubiera desencadenado la Segunda Guerra Mundia. Y sin Segunda Guerra Mundial tampoco habría habido jamás la Guerra Fría, determinante para el desarrollo político-económico del mundo en la segunda mitad del siglo XX.

Europa, occidente en general, habría sido diferente si Alemania hubiera ganado en 1918, pero hay algo que merece ser destacado sobre todas las cosas en un análisis contra fáctico de ese caso: muchas menos personas habrían muerto en la Europa del siglo 20. Si la primera guerra mundial fue una catástrofe con 7 millones de muertos (prácticamente todos soldados, sin apenas muertos civiles), la posibilidad de que no se hubiera desencadenado la guerra de 1939-1945 hubiera ahorrado al mundo entre 50 y 70 millones de muertos. Una posibilidad que hubiera, tal vez, merecido la pena.

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