Contrariamente a la creencia general de que los miembros de estos grupos proceden exclusivamente de países latinoamericanos, las mismas fuentes revelaron que han integrado jóvenes de otras nacionalidades, aunque en una proporción mucho menor, del 10 al 20%. Los españoles serían los segundos más numerosos, seguidos de europeos del Este, norteafricanos y asiáticos.

La presión policial sobre los lugares de reunión de estos grupos –los parques de la Pegaso, el Clot, la Sedeta, plaça Congrés, entre otros– provocó hace unos meses que se desplazaran a otras zonas, sobre todo usando el metro, tal como ya avanzó 20 minutos. Esa presión habría evitado «que vayan a más», ya que uno de los objetivos de estas bandas juveniles es hacerse con un territorio. «La movilidad es una de las características de estos grupos, que ahora mismo no tienen territorio definido». Según los Mossos, «por eso todavía no se puede decir que suponen un problema». Además, se han trazado vínculos entre miembros de diferentes poblaciones del área metropolitana que se reúnen en un punto acordado.

Pruebas de acceso

Someterse a una paliza de otros miembros o robar un móvil son algunas de las pruebas para entrar en la banda. Sin embargo, «no son grupos organizados criminales», sino que «las dinámicas de la banda les acaban llevando» a delinquir. Muchos, al entrar, no son conscientes de la implicación que se les exigirá, según las fuentes.

Identificación y vínculos fraternales

Se llaman entre ellos «hermanitos» y viven con gran intensidad su pertenencia a la banda, en la que encuentran la identificación de la que carecen en su entorno. Muchos proceden de estratos sociales bajos; otros, de nivel económico superior, presentan carencias afectivas que les conducen a estos grupos, muy jerarquizados, exclusivos y con una estética –hip hop– que les identifica. Los expertos recuerdan que seguidores de este estilo musical hay muchos, por lo que hay que evitar estigmatizarlos asociándolos con bandas.