La actriz Julie Gayet, a quien se le atribuye un romance con el presidente de Francia, François Hollande, ha acudido finalmente y contra todo pronóstico a la 39ª edición de los Premios César, gala en la que estaba nominada como mejor actriz secundaria, aunque finalmente no se llevó el galardón.

Se trata de la primera aparición pública de la intérprete, que aspiraba a una estatuilla por su rol de consejera política en la película Quai d'Orsay, dirigida por Bertrand Tavernier.

Gayet, de 41 años, llegó vestida con pantalón y chaqueta negra al Teatro Châtelet, donde fue recibida por el presidente de la Academia, Alain Terzian.

Su participación en la ceremonia, después de que una revista del corazón airease su supuesto romance con Hollande, que puso fin a la vida de pareja del presidente con la primera dama, Valérie Trierweiler y que eclipsó la entrada de estrellas como Roman Polanski, Quentin Tarantino o Scarlett Johansson.

Scarlett Johansson acudió a los premios de la Academia de Cine francesa para recibir un César de Honor que le fue entregado por su compatriota, el director Quentin Tarantino.  Johansson, con un recatado traje de chaqueta y el pelo recogido en una coleta, dijo recibir esa distinción como "un gran honor", de parte de una industria de la que alabó que cobije "proyectos muy complejos o controvertidos" que no encuentran hueco en otros países.

"Sabe reconocer a los que asumen riesgos creativos, y esa es una cualidad que no hay que perder. Gracias por haberme dado ese refugio cultural", indicó la intérprete, que aseguró haber tenido siempre la sensación de que en Francia se la acogía como en su propia casa.

La musa de Woody Allen, que la alzó como protagonista en Match Point,"Scoop y Vicky Cristina Barcelona, y que acaparó la atención igualmente con Lost In Translation, de Sofia Coppola, se mostró ligeramente sorprendida ante el hecho de, a sus 29 años, llevar ya dos décadas en activo. "Es una locura que lleve ya 20 años y sin embargo tengo la sensación de que es ahora cuando empiezo a entender mi trabajo. Lo amo más que nunca. Me siento hoy humilde delante de tantas grandes personalidades. Hace falta que demuestre que lo merezco", indicó ante un público que se puso en pie cuando salió al escenario.

La comedia autobiográfica sobre la identidad Les garçons et Guillaume, à table!, de Guillaume Gallienne, ganó el César a la mejor película. La cinta se llevó también el premio a la mejor ópera prima, mejor montaje, mejor guión adaptado y mejor actor por la doble interpretación de Gallienne de un niño y de su madre.

La actriz Sandrine Kiberlain y el actor Guillaume Gallienne se alzaron con el premio a la mejor actuación, categoría en la que competían, respectivamente, por 9 mois ferme y Les garçons et Guillaume, à table. La candidatura femenina en esta 39 edición de los premios cinematográficos galos estuvo especialmente disputada, con la nominación, entre otras, de Léa Seydoux, por La vida de Adéle; Catherine Deneuve, por Elle s'en va, o Bérénice Béjo, por Le passé.

La película belga Alabama Monroe, de Félix Van Groeningen, ganó como mejor película extranjera, categoría en la que competía, entre otras, con la española Blancanieves, de Pablo Berger. El reconocimiento se lo disputaban también Blue Jasmine, de Woody Allen; La grande bellezza, de Paolo Sorrentino; Gravity, del mexicano Alfonso Cuarón; Django Unchained, de Quentin Tarantino, y Dead man talking, de Patrick Ridremont.

El filme de Van Groeningen, nominado también en la 86 edición de los Óscar en la categoría de mejor filme en lengua extranjera, cuenta la emotiva historia de amor entre una esquiva dueña de un salón de tatuajes y un romántico empedernido que toca el banjo en un grupo de música 'country.

La encargada de entregarle el premio al director fue la intérprete española Rossy de Palma, que había participado en uno de los primeros números musicales de la noche, y que ha actuado en el país galo en cine, teatro y televisión. "Los filmes extranjeros nos hablan a todos. Todos somos extranjeros con un idioma común, el de la vida", indicó la actriz, en un discurso en el que mezcló el castellano y el francés, y en el que señaló que, como ella, la industria cinematográfica tampoco tiene fronteras.