Inmaculada Díaz: "Todavía si el tren se para durante demasiados minutos, yo me bajo"

  • Inmaculada Díaz estaba en Atocha cuando estallaron las tres bombas.
  • Sufre estrés y fibromialgia. Va al psicólogo y a la unidad del dolor.
  • Algunos heridos y familiares de los fallecidos el 11-M hablan con 20minutos diez años después del peor atentado terrorista ocurrido en territorio español.
Inmaculada Díaz utiliza trucos psicológicos para evitar las taquicardias cuando sube en el tren.
Inmaculada Díaz utiliza trucos psicológicos para evitar las taquicardias cuando sube en el tren.
JORGE PARÍS
Inmaculada Díaz utiliza trucos psicológicos para evitar las taquicardias cuando sube en el tren.

Acababa de cumplir cuarenta años cuando tres explosiones le sorprendieron apeándose en la estación del tren de Atocha. Inmaculada Díaz acaba de cumplir cincuenta. Los últimos diez años de su vida han transcurrido en el triángulo que forman su trabajo, el psicólogo y la unidad del dolor. Horas y horas de terapia. Sesiones de radiofrecuencia e infiltraciones.

El atentado le sorprendió de camino al trabajo en el servicio de atención domiciliaria del Ayuntamiento de Madrid. Tras dos meses de baja médica, no tuvo otra opción que volver a subirse de nuevo al tren. El psicólogo le proporcionó estrategias para contener la angustia que le producía el Cercanías. Las taquicardias le sobresaltaban. Todavía hoy utiliza esos trucos. "Me fijo en alguien del vagón, una chica, por ejemplo, y analizo como va vestida, lo mona que va. Aunque ultimamente lo que hago es concentrarme en el móvil para no pensar".

Más de una vez ha tenido que apearse del tren en la que no era su estación, superada por el agobio. "Si el tren se para durante demasiados minutos y no explican el por qué, entonces me bajo". Los lugares públicos donde confluye mucha gente también son espacios a evitar. Inmaculada padece estrés y fibromialgia, secuela esta última que empeora con el paso del tiempo. Y procura hablar lo mínimo posible sobre los atentados, por prescripción médica.

Su padre y su hijo le ayudan a llevar con más ligereza los días. Su nieta es su gran ilusión. Volver a trabajar para esa mujer que la conocía antes del atentado le ha dado cierta estabilidad. "Ella sabe lo que sufro. Qué me duele. Con ella no tengo que discutir, ni dar explicaciones de nada".

Los días 11 de marzo, desde 2004, Inmaculada tiene la costumbre de encerrarse en casa. Prefiere evadirse. Ha habido años en los que no podía ni coger el teléfono, pese a que sonaba repetidamente anunciando mensajes de ánimo de sus compañeras y familiares.

Este año podria hacer una excepción a tanta reclusión. En la víspera del décimo aniversario, el día 10, las víctimas del 11-M reciben una condecoración en el Teatro Real. Al principio declinó la invitación, pero cuando le dijeron que podía acudir acompañada de su hijo, se lo replanteó. Irá con él y por él. "Lo pasó muy mal. Se enteró del atentado por los profesores y cuando me vio...". A Inmaculada se le rompe la voz. "No puedo, no puedo seguir", se despide.

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