Llenar el vacío

Ambientada en una comunidad jasídica de Tel Aviv, Llenar el vacío es una hermosa película que habla, desde una perspectiva distinta, acerca de la familia, del duelo tras la pérdida, y del amor. Fundamentalmente del amor, sí, aunque su hallazgo en estas sociedades pueda parecer una quimera, o incluso una contradicción a la luz de testimonios y relatos como los de la escritoraAnouk Markovits. Pero las generalizaciones, como los juicios definitivos, pueden llamar a engaño, y por eso la directora Rama Burshtein, neoyorkina y ortodoxa,se encarga de filmar esta historia suya con el máximo grado de observancia hacia las costumbres y los ritos de su comunidad, pero también con un tacto exquisito a la hora de mostrar la femineidad y la singularidad de estas mujeres, muy alejadas del cliché de sometimiento al patriarcado que proviene del observador externo. El enfoque selectivo acompaña el enamoramiento juvenil de Shira (Hadas Yaron ganó la Copa Volpi a la Mejor Actriz en el Festival de Venecia) y también aisla más si cabe los sentimientos en el seno de esta familia regida por la Toráh, pero también necesitada del amor y de la compasión de sus semejantes. Y aunque la pleitesía al rabino durante el Purim nos retrotraiga a la figura de Don Vito Corleone, la decisión final de Shira parece obedecer más a una corriente íntima que a la obediencia prestada. A ella, como a Vanessa Paradis, los tirabuzones le privan.