Raquel cumple condena por estafa: "Mis hijos son los únicos que pierden en todo esto"

  • Ha estado ocho meses presa en Meco, ahora está en un centro abierto.
  • Tiene tres hijos que primero estuvieron viviendo con una amiga, luego con la familia de su padre, y ahora con una tía.
  • "En la cárcel hay madres que han llevado droga para dar de comer a sus hijos y la sociedad las considera escoria".
  • España es el país con la mayor tasa de mujeres en prisión de Europa.
Raquel (nombre ficticio), está ya en régimen abierto tras ocho meses en Meco.
Raquel (nombre ficticio), está ya en régimen abierto tras ocho meses en Meco.
JORGE PARÍS
Raquel (nombre ficticio), está ya en régimen abierto tras ocho meses en Meco.

¿Cómo se vive dentro de una cárcel de mujeres? ¿Hay peleas? ¿En qué se piensa? La mujer que se oculta tras el seudónimo de Raquel se presta a responder a esos interrogantes sentada en un sofá del piso que la ONG Acope tiene para permisos carcelarios. El relato de Raquel, su versión de su propia vida, comienza en el momento en que conoció a su exmarido, ese "pintas" que según su familia "no iba a traerle más que problemas". Sus adicciones, que sitúa en la línea de la cocaína, llevaron a la pareja a relacionarse "con gente rara". Y él la empezó a meter "en follones".

¿Follones? "Tú me das tu DNI, yo compro televisores (a través de una financiera) que luego revendo, pero nunca pago". En el código penal, estafas. Unas más consentidas, otras menos. La última Raquel dice que con su firma falsificada. Pero el juez y el fiscal no se lo creyeron. 'Es la manera que tenéis de actuar', le dijeron antes de condenarla. Y como ya era la segunda vez, entraría en prisión.

Pasaron varios años antes de que se ejecutara la sentencia. Y algunas mudanzas. De Navarra a Toledo. Mientras los críos, tres, iban creciendo. El año pasado, cuando sus hijos tenían 13 años, 15 y 17, un día se presentaron en casa dos señoras para anunciarle a Raquel que su "ingreso era inmediato". Rascó una semana para acoplar a los menores con una amiga. La única persona, fuera de sus hijos, que conocía su próximo destino: la cárcel de Alcalá Meco. Para el resto del universo, Raquel marchaba a Madrid a buscar trabajo.

Lo de entrar en prisión no es algo que se vaya pregonando por ahí. No. El exmarido de Raquel, del que se divorció el mismo año del último follón, anda cumpliendo condena también en Jaén por varias estafas. Los hijos de la pareja pasaron de la casa de la amiga, a la de la abuela y finalmente a la de la tía, una hermana de Raquel. Mucha maleta, pero evitaron hacer la más temida, la que conduce hacia un centro de menores tutelados.

"Sí, yo estoy dentro", hace un paréntesis Raquel, "pero los que realmente están cumpliendo condena son ellos, mis hijos. Son los únicos que pierden en todo esto. Haya estado poco en prisión o mucho, los que pierden son siempre los críos. Eso lo llevo bastante mal".

A la cárcel se entra con miedo. "No sabes qué te vas a encontrar, si vas a caer bien, si no vas a caer bien. Lo que ves en las películas y los reportajes de cárceles es lo que más te acojona. Piensas, me voy a un mundo sin ley, me voy a tener que partir la cara con Pepita o con Fulanita. Luego te haces propósito de ver, oír y callar. Cumplir y salir lo más desapercibida, no metiéndote en ningún jaleo... ni haya visto, ni no haya visto".

Los días se hacen interminables

Tras el primer mes en aislamiento, "donde los días se hacen interminables sin actividades y las horas del día pasan dando vueltas y vueltas", el ambiente en el módulo es "bastante mejor del esperado". Los expertos reconocen en las mujeres una gran habilidad para adaptarse al medio de la prisión, sin restar un ápice de importancia al dolor causado por la separación de sus hijos.

En Alcalá Meco se crea vínculo entre las mujeres. "Quieras o no quieras". Son 24 horas juntas. En ocho meses, Raquel ha hecho una nueva amiga a la que considera una "hermana", diría que tiene "varias conocidas" y alguna "allegada". El gimnasio fue su refugio. Echó tantas horas jugando al fútbol o haciendo pesas que se ha dejado dentro 40 kilos de peso. Lo importante, dice, es "no parar" porque dentro se tienen "muchos bajones". "Te comes al cabeza. Te cierran a las ocho y media de la tarde. Tienes más de once horas para pensar. Por mucho que escuches la radio, piensas, por mucho que duermas te comes la cabeza. Y lo único que ves son cuatro paredes y dos literas".

A sus hijos pequeños no los ha visto en todo el año. No quiso que fueran al bis a bis familiar, "que te deja hecha polvo porque se hacen súper cortos". Solo viajó a Madrid la mayor de los tres. "Y la ves más alta, más delgada. Es una alegría enorme y una tristeza también grandísima cuando se tiene que ir".

El paso por la prisión cambia a las personas. Raquel al menos lo siente así. Ella ve las cosas ahora de otra manera. "Fuera piensas que la gente que está dentro se lo tiene merecido. Son escoria y ellos mismos se lo han buscado. Pero hay cantidad de experiencias. Los problemas, el motivo por el cual muchas han tenido que delinquir, eso es algo que las personas de a pie no lo miran. La crisis ha hecho estragos. Madres que han tenido que ir llevando drogas para dar de comer a sus hijos. Para esas mujeres es su primer delito y la sociedad ya las considera escoria".

El juzgado de vigilancia penitenciaria decretó el pasado mes noviembre el tercer grado para Raquel. Lloró cuando recibió la buena noticia. No se lo esperaba. Ahora pasa las noches en el centro de internamiento Victoria Kent, ha conseguido encontrar trabajo y pasa las horas libres descansando en el piso de Acope. En breve logrará la condicional, ya cuenta los días. "Lo que quiero es que mis hijos se vengan a vivir aquí, a Madrid conmigo, que volvamos a estar juntos y no perderme más cumpleaños".

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