«A eso de las 10 horas, he escuchado un estruendo y, de repente, una nube de polvo lo ha invadido todo. Cuando se ha despejado, he visto la finca de enfrente derrumbada». Éste es el testimonio de Josep Perales, vecino de 75 años de la calle Quart, en pleno centro de Valencia. Su vivienda da justo a la parte posterior del edificio del número 8 de la calle Palomar, que se ha desplomado esta mañana.
Tanto el Consell Valencià de Cultura (CVC), un órgano consultivio de la Generalitat, como el PSPV y la plataforma Acció pel Patrimoni habían solicitado su paralización por afectar al muro y jardín protegidos del convento de la Puridad, así como a la casa de Pérez Bayer, que también está protegida.
De hecho, un informe del CVC dice textualmente que «cualquier construcción debería tender hacia arriba sin ahondamientos agresivos».
No sólo los organismos oficiales desaconsejaban las obras. Los propios vecinos tenían miedo. Francisco Pascual aseguró ayer: «Ya habíamos advertido a los operarios de la obra que estaban saliendo grietas».
El desplome no se convirtió en tragedia gracias a que, aunque en el edificio viven tres familias, que ahora se han quedado sin casa, sólo había una persona en el momento en el que ocurrieron los hechos.
«Acababa de volver de dejar al niño en el colegio y le han empezado a caer trozos del techo. Entonces, se le ha tumbado una pared y ha sido cuando la vecina ha salido corriendo. ¡Gracias a Dios no le ha pasado nada!», relató ayer el concejal del PSPV, Matías Alonso, quien se desplazó hasta el lugar de los hechos para averiguar su gravedad.
La finca quedó tan dañada que los técnicos municipales decidieron ayer mismo tirarla. Por su parte, el concejal de Seguridad, Miquel Domínguez, informó que «las familias iban a ser realojadas en otros pisos».
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