Pedro Hermida: “Ánimo, vengo a recogerte”

  • Pedro Hermida Martín. 51 años. Responsable del departamento de extranjero de Caixa Catalunya. Le gustaba pasear y leer. Su mujer, Toñi, le había regalado “El código Da Vinci”. Murió en el tren que explotó en la estación de Atocha, a las 7:39 del 11-M.
  • “¿Qué sensación tengo? Que esto fue inútil, innecesario, injusto para todos”, Toñi, su viuda.
  • Por deseo expreso de su familia, no publicaremos la foto.

Estaba tan atareado esos días que había empezado a tomar pastillas para el estrés y la tensión. El jueves la situación empeoraba, porque tenía que duplicar jornada laboral en el banco y no salía de trabajar hasta las ocho de la tarde. Para colmo, le tenían solo en su departamento, el de extranjero, porque los jefes no habían suplido a una compañera que estaba de baja por maternidad.

En el coche, Pedro Hermida Martín (51 años) se quejaba del día que tenía por delante mientras su mujer, María Antonia López (50), también empleada de banca, conducía hacia la estación de Santa Eugenia. Como tenían horarios laborales coincidentes, ella le dejaba a diario frente al Cercanías antes de seguir hacia su trabajo, en el cercano barrio de Vallecas.

–Ánimo. Sesión contínua hasta las ocho y después yo vengo a recogerte al tren –dijo la mujer para alentar a Pedro.

–Hasta luego, Toñi –dijo él.

Se conocían desde la adolescencia y, pese a los muchos años de vida en común, eran más felices cuando estaban solos (“todo era confianza entre nosotros, nos sentíamos uno con el otro tal como éramos de verdad”). María Antonia ha decidido mantener la conversación con el periodista por teléfono y no desea que se publiquen fotos de su marido.

No es posible, por tanto, describir los ojos de la mujer o el paisaje cercenado del domicilio familiar. Pero a veces bastan los sonidos para entender una tragedia y ahora hay lágrimas al otro lado de la línea.

–Dicen que los primeros tiempos de convivencia son los mejores, pero en nuestro caso eso no es verdad. Vivíamos un momento muy dulce, con la ilusión de que las cosas nos iban bien y no teníamos problemas.

Sus vidas se cruzaron a los 17 años, en el barrio del Carmen, donde vivía Pedro y María Antonia, que vivía en Pueblo Nuevo, tenía amigas.

Se gustaron desde el primer día que se vieron, en una cita de la pandilla. Ella descubrió un fondo romántico y blando en aquel chaval “guapo y vacilón”, que se creía “capaz de todo, con todo conquistado”. Fueron novios durante cinco años antes de casarse. Tuvieron tres hijos, de 27, 22 y 17 años, que todavía viven en el domicilio familiar. Ante la injusta tarea de subrayar solamente uno de los valores de su marido, María Antonia no tiene dudas y destaca la honradez:

–Era la persona más honesta que he conocido en toda mi vida. Pedro era íntegro, si me decía algo, yo sabía que no había ninguna duda con respecto a ese asunto. Tenía un sentido de la honradez altísimo. Exigente consigo mismo y, por extensión, con los demás, tan responsable en su trabajo en la Caixa Catalunya que ni siquiera se atrevía a hacer una simple llamada personal desde el móvil que le había dado la empresa, la viuda prefiere recordar al Pedro “tierno y dulce” con el que se entendía sin necesidad de palabras.

–Habíamos llegado a ese punto en que, sin hablar, sabíamos con exactitud qué pensaba el otro.

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