Begoña Martín: Bego ya tiene una hermana

  • Begoña Martín Baeza. 25 años. Administrativa. Esparcieron sus cenizas en el Castañar, en Béjar, el pueblo paterno al que regresaba todos los veranos. Murió en el tren que explotó en El Pozo las 7:41 del 11-M.
  • “Era muy ordenada y tenía carácter. Le repugnaban el terrorismo y la intervención de España en Irak”, Javier, su padre.
Begoña, el día de su boda, el 14 de junio de 2003, con sus padres, Javier y María José.
Begoña, el día de su boda, el 14 de junio de 2003, con sus padres, Javier y María José.
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Begoña, el día de su boda, el 14 de junio de 2003, con sus padres, Javier y María José.

Inventario de la habitación: un cartel con un cuadro de Monet; un ejemplar de una revista que, en portada, asegura: “es tiempo de flores”; un paquete de Kleenex; un pequeño espejo; una entrada para un concierto de Manolo García; otra para la final del Master Nacional de Tenis de 2000; muchas fotos, protegidas por un cristal, de los veranos salmantinos en Béjar; un libro titulado “Hasta que volvamos a encontrarnos”...

A veces parece que dios es un decorador de interiores. Begoña Martín Baeza (25 años) dormiría en este sencillo cuarto el 11-M. Todos los martes y jueves hacía noche en el domicilio paterno, a un paso de la plaza de toros de San Sebastián de los Reyes y muy cerca de su trabajo como administrativa en una empresa dedicada al comercio de metal. El resto de la semana dormía en la casa que compartía con su marido, David Martín (30), en Alovera (Guadalajara).

El trayecto de cruzar Madrid entera, tomar el Cercanías hasta Azuqueca de Henares y el autobús hasta la urbanización era de dos horas y media y se le hacía muy duro para afrontarlo a diario. A Javier Martín (54) y María José Baeza (50) les han quitado a su única hija, una mujer de genio, muy responsable y eficiente. Cuando han tenido que buscar documentos para resolver el trabajoso papeleo al que se enfrenta la familia tras la muerte, se han encontrado con todo perfectamente archivado y clasificado. Desde niña, Bego fue así, acumulativa y ordenada. No en vano coleccionaba cajitas de todo tipo.

–Debió heredarlo de mí. Toda mi vida coleccioné monedas y bolígrafos –, dice el padre, radiante al hablar de su hija.

Comían juntos a diario. Un día antes de los atentados, Javier le entregó la propaganda electoral que había llegado por correo.

–Me he permitido tirar a la basura la del PP. Te guardé las papeletas de IU y el PSOE –dijo Javier, que proviene de una familia socialista y “demócrata al cien por cien”, valor que también había recibido la hija.

–Los socialistas no vamos a ganar, papá –dijo ella con pesimismo.

–Y luego, mira lo que ha pasado. A ella le hubiese gustado ver el resultado –dice ahora Javier antes de pedir disculpas por ponerse a llorar por una hija muerta.

El día de las elecciones, Begoña cumplía nueve meses de matrimonio. Había conocido a David en las fiestas de Getafe y, desde el primer momento, supo que era, como dijo a su madre al día siguiente, “el hombre de mi vida”. Habían hecho un crucero por el Mediterráneo en la luna de miel, comprado el piso y tenían en mente tener un hijo. La casa de Alovera está ahora vacía. David no se atreve a regresar y se ha guarecido con sus padres.

–Todos estamos tratando de adaptarnos a otra manera de vivir. Supongo que tendremos que aprender a conformarnos con su recuerdo –dice Javier.

Desde los dos a los catorce años, Begoña vivió en Barcelona, ciudad a la que tuvieron que marchar porque a los padres los alcanzó un ajuste de plantilla. A la niña se lo hizo duro dejar en Madrid a su abuela materna, Josefa, a la que adoraba. Cuando regresó, el encuentro fue “de una alegría indescriptible” para la abuela y la nieta, unidas por un afecto muy especial.

También Josefa está ahora hundida. Hace sólo unos días, Begoña ha sido el vehículo de uno de esos prodigios que abundan entre los afectados por la masacre. En nombre de ella, siempre preocupada en vida por el reparto injusto de la riqueza en el mundo, sus padres han adoptado a una niña de la India. Se llama Alivelanna, tiene cuatro años, y vive en Yallanuru, una aldea del estado de Andhra Pradesh. Begoña tiene una hermana.

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