El perfil del que hoy quiere limpiar su piel es el esperable: «El 80% de las personas que acuden a nosotros vienen por motivos estéticos. Tienen más de 30 años y se sienten grotescos al ver sus tatuajes», explica la doctora Amelia Allende, responsable de la consulta de medicina estética. El centro ha borrado los tatuajes de 30 personas en los últimos 12 meses.
Claro que a veces, aquel tatuaje playero hecho siendo adolescente acarrea consecuencias más allá de la estética. Los médicos no aplican la epidural (inyección para atenuar el dolor en el parto) a las mujeres que tienen tatuada la piel sobre la columna vertebral.
Pinchando ahí la madre corre el riesgo de que la tinta se introduzca en la sangre y la envenene. Así que un sector de las pacientes de Amelia Allende son embarazadas.
Borrar un tatuaje es relativamente sencillo y caro. La técnica consiste en un láser que va eliminando el color, mientras el paciente nota un ligero quemazón en la piel.
Un dibujo pequeño y sencillo puede desaparecer en una sesión. Los grandes pueden requerir hasta un año, ya que hay que esperar dos meses entre un tratamiento y otro. Cada sesión cuesta entre 150 y 200 euros.
Tres colores indelebles
Amarillo, verde y fluorescente. Si alguien lleva tatuados estos colores en su piel, lo mejor que puede hacer es aprender a amarlos. Son indelebles; no se pueden borrar. La doctora Amelia Allende afirma que el láser q-switched logra quitar los tatuajes al 100%, pero que no puede con esos colores. Además, se quita antes el color negro que el resto. El tratamiento no conlleva ningún efecto secundario, aunque la zona tratada no puede ver la luz del sol. «Como algunos de nuestros clientes son jovencillos, cortamos por lo sano, y en verano directamente no hacemos tratamiento», explica la doctora.
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