En la obra músico-vocal Lecture on Nothing (1959), el anarquista del silencio John Cage (1912-1992) asegura: "No tengo nada que decir y lo estoy diciendo y esa es la poesía que necesito". Creo que el fotógrafo estadounidense Stephen Shore (1947) colocaría la frase como emblema de su escudo de armas.
El único interés de este ya veterano fotógrafo es retratar, con una frecuencia aleatoria y caprichosa, la vida cotidiana y conformar con las obras una colección de reliquias que no lleguen a la categoría de culturales y se queden en lo banal. Nunca ha teorizado demasiado sobre el proceso o analizado el impacto cultural de su obra, pese a que es uno de los grandes pioneros del uso del color como soporte para la fotografía artística y la documentación de las epifanías silenciosas de la vida cotidiana.
Something + Nothing (Algo + Nada) se titula precisamente la nueva exposición de Shore. Se celebra en la sede londinense de la galería Sprueth Magers desde el 26 de noviembre hasta el 11 de enero de 2014 y reúne una antología de 65 fotos de las cuatro décadas que Shore lleva dedicándose a coleccionar instantáneas —siempre ha preferido este término al de fotografías— mundo adelante.
"Paisaje social" e "instantáneas de diario personal"
La exposición contiene obras de las series más conocidas de Shore: desde American Surfaces (1972-1973) y Uncommon Places (1975), considerados como biblias de la nueva fotografía en color, hasta proyectos recientes que ha desarrollado en Abu Dhabi (2009), Israel (2010) y Ucrania (2012). En todas ellas, al fotógrafo le interesa tanto el "paisaje social" como la "instantánea de diario personal", afirman desde la galería.
Considerado un niño milagro de la fotografía porque a los 14 años logró vender tres obras al maestro Edward Steichen, entonces responsable fotográfico del MoMA, Shore se integró durante un tiempo en el círculo de la Factory de Andy Warhol. Cansado de tanta pose se embarcó, en 1972, en una gira por los EE UU en la que, de forma aleatoria, retrató paisajes suburbanos, señales de tráfico, paisajes sin alma, restaurantes de fast-food, monótonas gasolineras y habitaciones de motel. Con esa "exploración sistemática y a menudo compulsiva" buscaba elaborar un "registro visual" ordenado secuencialmente: lo importante no era la foto, sino el lugar que ocupaba dentro de la serie.
"Evitar la emoción"
La exposición de Londres no coloca las obras en orden cronológico, sino por tema o materia. Retratos de los familiares o amigos de Shore se contraponen con los de desconocidos; fotos en movimiento, con imágenes estáticas; vallasa publicitarias con interiores despersonalizados. Se trata, dicen los organizadore, de "evitar la narrativa y la emoción" y mostrar el "enfoque indiferente" que practica el artista estadounidense.
Otra constante en la obra de Shore es la muestra de la objetos de consumo de cada uno de los lugares por los que transita. "Le interesa la frontera desde un punto de vista comercial, explorar las tendencias de los consumidores locales" mediante naturalezas muertas que "revelan un gusto por el artefacto, la decoración y las reliquias de la vida doméstica".
Cuando hace una instantánea de un carné de estudiante abandonado sobre un teléfono sucedáneo, un marcapáginas o un diario manoseado Shore "trata de mostrar objetos no tanto por la imagen de los mismos, sino para proporcionar una evidencia de que son las personas quienes construyen su propia narrativa".
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