A través de estos túneles, Felipe III se desplazaba desde su palacio, hasta el salón principal. De ahí descendía, debidamente oculto por estos entresuelos, por la calle San Quirce, hasta el Palacio de los Benavente (biblioteca de San Nicolás) y desde allí podía acercarse hasta la orilla del Pisuerga, donde le esperaba una barca que le dejaba en su casa de campo, en la Huerta del Rey.
«Este sistema permitía a la familia real una libertad de movimientos muy amplia por la ciudad, porque eran recorridos privados y ocultos, donde se preservaba la imagen pública del Rey, muy medida por el protocolo», cuenta el autor del libro, Javier Pérez, a Ical.
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