Gallegos que tuvieron una beca Erasmus afirman que les sirvió para conseguir trabajo y les enseñó "a pasar la frontera"

Advierten, ante la posibilidad de que se reduzcan las becas el próximo año, que se debe tomar el camino contrario y "reforzarlas"

Vivir un año en otro país es la experiencia que le ha permitido a miles de jóvenes gallegos desde 1987 el programa de movilidad europea Erasmus. Hay más proyectos de intercambio, pero el más popular es éste, el cual permite, con apenas unos requisitos mínimos, trasladarse a otra universidad durante medio o un curso entero para cursar las asignaturas de la carrera.

En conversación de Europa Press con varios gallegos que han cursado en otras épocas un año fuera de las fronteras de España, todos coinciden en que la experiencia es "muy recomendable" e incluso alguno se atreve a afirmar que debería ser "obligatoria". Les ayudó, según cuentan, a reforzar su currículo y a acceder o a trabajar en su actual puesto, tanto en Galicia como fuera, incluida la emigración a la que algunos se han visto obligados por la crisis. En el plano personal, les dio una lección para "buscarse la vida".

En cuanto a la vinculación entre ser estudiante de Erasmus y salir de fiesta, avisan de que, quienes creen que se limita a eso, se equivocan, si bien no niegan que, como estudiantes y jóvenes, es parte del aprendizaje y la experiencia. "Yo aproveché mucho las fiestas alemanas, bebí su vino caliente y bailé 'La Macarena' en las discotecas de Trier (Alemania); pero además me saqué una titulación alemana, hice una tesis, trabajé en una tienda (vendiendo guantes y gorros) y aprendí el idioma. Como dice mi madre 'en la organización está el éxito'. No tienes que dejar de hacer nada, sólo organizarte y priorizar", sentencia Bárbara Vázquez Landín.

El Erasmus es también, en algunos casos, el primer paso para seguir con la formación fuera. "Me di cuenta de que había aprendido tanto que decidí empezar a pedir más becas y moverme de un sitio a otro; gracias a eso aprendí varios idiomas y me hice mucho más tolerante ante otras culturas y estilos de vida", afirma Úrsula Martínez, quien, a punto de cumplir los 28 años, advierte de que, por su profesión de psicóloga, la "tolerancia es fundamental" en su día a día.

Carolina Lombera ha ido más allá: "Me ha abierto las puertas hasta el punto de que como no encontraba trabajo en España, he tenido que irme fuera a buscarme la vida. Así que la beca Erasmus me enseñó a pasar esa frontera, para luego no tener que tener tanto miedo a lo que pueda pasar cuando tienes que emigrar".

Ahora, esta filóloga por la Universidade de Santiago, ha logrado antes de cumplir los 30 hacerse un hueco como funcionaria profesora de inglés y español en Noruega. "El haber estudiado fuera de tu país es un punto fuerte en el currículo, cosa que valoran en otros países", remarca.

Es la situación a la que, según cuenta, también se puede ver abocada Úrsula, psicóloga investigadora de la USC que, ante los "recortes" en su ámbito, no descarta tener que irse de nuevo y, por lo tanto, sacar provecho de su dominio del inglés e italiano (hizo Erasmus en Milán), además de sus conocimientos de francés. "Sé que puedo vivir en el extranjero sin problemas porque ya lo hice", subraya.

Su hermano, el mediano de la familia, ha seguido sus pasos y ahora se encuentra en Turquía. "Era ahora o probablemente nunca", reconoce Fran Martínez, quien asegura que él no se hubiese ido "sin una ayuda". Por eso celebra que el ministro José Ignacio Wert rectifique la orden de subvenciones para este curso, si bien advierte: "No me parece normal que sigan haciendo recortes en la educación; creo que las consecuencias son negativas porque por mucho que sepas, el día de mañana te vas a tener que buscar la vida probablemente fuera".

Además, Fran Martínez, que admite que "antes de empezar" su experiencia creía que irse de Erasmus estaba muy vinculado a la fiesta, con apenas unas semanas fuera afirma que le "molesta" esa equiparación. "Está claro que tenemos nuestros momentos de fiesta, pero no más de la que tendríamos si no fuésemos Erasmus", se reafirma este estudiante de 20 años que cursa Comunicación Audiovisual.

Bárbara Vázquez, gallega emigrada a Tenerife —licenciada en Economía y Administración de Empresas—, también cuenta como su actual trabajo lo consiguió, en buena medida, por su año en Alemania, tanto por los idiomas que acumula en su mochila, como por el haber salido fuera. "Cuando me hicieron la primera entrevista de mi trabajo actual me preguntaron directamente por mi año Erasmus y por mi nivel de idiomas. Más tarde, mi jefe me explicó que los conocimientos de la carrera se olvidan, pero que la actitud de aprender, permanece, y que el (estudiante) 'erasmus' siempre es más abierto y con adaptación a los cambios. Y aquí estoy contratada, en un trabajo que me encanta", ha relatado.

Y por las oportunidades que augura que le dará en el futuro laboral se ha ido a París este curso Sergio Gómez Blanco, licenciado en Periodismo y ahora estudiante de Traducción e Interpretación. "En mi caso lo decidí debido a la importancia de adquirir los máximos conocimientos en lengua para mi carrera y también para poder optar a un mejor futuro laboral", ha manifestado.

En Francia se ha quedado, precisamente, Iria Rodríguez-Moldes, quien después de su año como estudiante de este programa, consiguió una prácticas en un estudio de arquitectura. "No sé si en España tendría esta oportunidad de adquirir un poco de experiencia antes de terminar tal y como están las cosas allí", reconoce esta pontevedresa de 24 años que compagina las prácticas con el final de su carrera.

"Si he vuelto a Francia es porque aquí, si eres becario durante más de dos meses, tienen la obligación de pagarte el 30 por ciento del salario mínimo, unos 400 euros al mes", explica Iria, quien advierte que todas las becas que se reciben —UE, Ministerio y Xunta— "no llegan para vivir la experiencia" fuera del país, al menos, en lugares como en Francia.

Deben reforzarse las becas,

No quitarlas

Los gallegos que tuvieron esta beca y que fueron a mediados de la primera década de este siglo reconocen que la situación económica entonces era distinta y ello les permitió irse con la ayuda económica de sus padres. Entonces, la subvención recibida era escasa, dicen, pero cualquier ayuda "es mejor que nada" y sirvió para sufragar algunos gastos, en palabras de la psicóloga.

"Hoy en día es lo mínimo que pueden dar porque muchos padres no pueden permitirse pagar la estancia a sus hijos", dice Úrsula. "Mis padres son dos trabajadores maestros que dedicaron todo su esfuerzo a mi educación, pero han tenido que hacer un enorme sacrificio para que pudiese vivir un año en Alemania", relata Bárbara. "Mis padres me ayudaron mucho ese año, pero no sé si me hubiese podido haber ido sin ningún tipo de ayuda", advierte, por su parte, Carolina.

Estos gallegos que abordan esta cuestión desde la experiencia ya pasada creen que la rectificación de Wert es positiva, pero insuficiente. Aseguran que debe reformularse la ayuda para que se pueda recibir el apoyo económico al inicio del programa y avisan de que, ante la actual coyuntura económica, "deberían fomentar más la beca en lugar de suspenderla", como dijo Carolina.

Comparten opinión con ella las otras exerasmus. "Creo que no sólo deberían mantenerse, sino incrementar la cantidad", opina la psicóloga, mientras que Bárbara asegura que, en la actualidad la ayuda para los estudiantes que quieren irse fuera es "imprescindible" y propone: "Si a nivel ético no se entiende, deberían estudiar la faceta productiva del programa Erasmus".

Son muchos los casos de los gallegos a los que la estancia de Erasmus les ha abierto la puerta de la emigración. Otro ejemplo es el de Lorena Pereiras, que compatibiliza estudios con un trabajo por horas tras haberse ido a Berlín.

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