Los inquilinos de estas viviendas no pagan alquiler, pero a cambio «tienes que tener mucha fuerza psicológica para desconectar del trabajo», mantiene Álvarez, que entra a su casa por la puerta principal de la facultad y tiene que bajar «a abrir la entrada cuando viene algún amigo, porque no tenemos portero automático».
Las hijas de José Luis Montero, conserje que habita uno de los pisos ubicado bajo el edificio de Matemáticas en Ciencias, se han criado en los pasillos del centro, «pero luego han estudiado otra cosa, así que poco les ha influido vivir en la facultad», sonríe. «La gente –afirma Montero– no se cree que mi casa está dentro y algunos se lo toman a guasa».
Con o sin broma, estos dos hombres se han visto más de un domingo limpiando un baño inundado o cerrando una ventana. «Como vivimos aquí –dicen– es difícil negarte cuando te avisa el decano».
VECINOS JÓVENES HASTA LAS DIEZ
Los conserjes que viven en las facultades de Medicina, Ciencias y Políticas siempre están rodeados de jóvenes. «Eso es bueno. Además, por la noche tenemos poco ruido porque todos se marchan a las diez», dice Álvarez. «La otra cosa buena –apostilla– son las vistas desde la casa, espectaculares desde la terraza». La desventaja: «Que trabajas las 24 horas. Cuando estamos de obras casi siempre me toca abrir la puerta a los albañiles, y cuando no hay clase, si alguien se ha olvidado algo en el despacho, pues... suelen llamarte».
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