El duro trabajo de la palabra

  • Célebres escritores han compaginado su faceta artística con el ejercicio de otras profesiones.
  • Entre los grandes literatos del siglo XX ha habido cerrajeros, recaderos e, incluso, agentes secretos.
  • ¿Conoces a escritores que han desempeñado otro oficio? Cuéntanoslo...
Mario Benedetti: Vendedor. Pero también taquígrafo, contable, funcionario público y periodista.
Mario Benedetti: Vendedor. Pero también taquígrafo, contable, funcionario público y periodista.
Mario Benedetti: Vendedor. Pero también taquígrafo, contable, funcionario público y periodista.

Aunque no figure por ello en la enciclopedia, Pío Baroja fue médico y panadero antes de dedicarse de lleno a la literatura. Sus primeras novelas las escribió mientras recetaba medicamentos en Guipúzcoa, primero, y vendía barras de pan, años después, en una tahona madrileña.

Grandes escritores del siglo xx desempeñaron trabajos variopintos antes de ganarse el pan con la tinta.

José Saramago, por ejemplo, empezó a vivir de la literatura a los 54 años. Hasta entonces, el premio Nobel había vivido en Lisboa como cerrajero y mecánico de coches.

Los problemas económicos también obligaron a Mario Benedetti a dejar los estudios siendo muy joven. El premio Reina Sofía de Poesía trabajó como contable, cajero, taquígrafo y vendedor en la empresa de repuestos para automóviles Will L. Smith de Montevideo.

Fue contratado cuando tenía 14 años, la misma edad que contaba el poeta Antonio Gamoneda cuando se incorporó como recadero a una entidad bancaria leonesa. Otros autores convirtieron, sin embargo, sus empleos en un gran fuente documental y de inspiración para sus obras literarias.

Ian Fleming creó a James Bond, el más famoso agente secreto de ficción, tras haber colaborado durante la segunda guerra mundial con el servicio secreto de inteligencia británico.

También prestó servicio a la reina de Inglaterra como agente secreto, aunque de carne y hueso, John Le Carré, que luego plasmó el conocimiento adquirido en novelas como El espía que surgió del frío. Además, hace poco se conoció el pasado del escritor alemán Gunter Grass como miembro de las SS .

En la otra cara de la moneda están los escritores que abandonaron las letras por el ejercicio de una labor distinta.

Raduan Nassar, por ejemplo, dejó de escribir para dedicarse a la avicultura en una granja de Sao Paulo. Al menos no le dio por traficar con esclavos, como hizo un siglo antes en Etiopía el poeta francés simbolista Arthur Rimbaud.

Poeta, ‘segurata’, podador...

El nombre y la profesión de Vicente Gallego (Valencia, 1963) se hicieron famosos el día de 2001 en el que se le concedió el Premio de Poesía Fundación Loewe. Su trabajo como pesador en el vertedero de residuos sólidos de Dos Aguas figuró entonces en todas las reseñas de prensa. Sin embargo, no era la única profesión que el joven poeta había desempeñado. Antes fue vigilante de seguridad, podador de pinos, camionero, repartidor de paquetes, despachante de aduanas y hasta go-gó de discoteca.

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