La Fundación del Patrimonio financia una investigación sobre fosos prehistóricos en el valle del Duero

La Fundación del Patrimonio Histórico (FPH) ha financiado una investigación sobre los recintos de fosos prehistóricos del inicio de la Edad del Cobre (3.400-2.300 a.C.), la primera prueba de vida sedentaria y de la existencia de sociedades complejas en el Valle del Duero.
Uno de los fosos investigados
Uno de los fosos investigados
FPH
Uno de los fosos investigados

La Fundación del Patrimonio Histórico (FPH) ha financiado una investigación sobre los recintos de fosos prehistóricos del inicio de la Edad del Cobre (3.400-2.300 a.C.), la primera prueba de vida sedentaria y de la existencia de sociedades complejas en el Valle del Duero.

Se trata de poblados delimitados por fosos, cuya monumentalidad constituye una de las primeras formas de reivindicar la propiedad sobre un territorio, han informado a Europa Press fuentes de la Fundación.

Estos poblados acotan un espacio de población estable con el que se identifica un grupo humano concreto y señalan la pertenencia de un ámbito más extenso explotado por sus pobladores. Siempre vinculados a cauces, localizan la actividad cotidiana y la ritual.

Los recintos de fosos prehistóricos son un patrimonio poco conocido en Castilla y León. Su descubrimiento se produjo de manera causal, a mediados de los 90, en el marco de una campaña de prospección aérea para el inventario arqueológico regional, cuando, al sobrevolar una villa romana, llamó la atención la aparición de extrañas huellas circulares, en algunos casos concéntricas, en las tierras aledañas.

La arqueología aérea resultó la primera forma de aproximarse a estos recintos, que no se perciben a simple vista desde el suelo. El trabajo de investigación de Marcos García García, becado por la Fundación del Patrimonio Histórico, toma como punto de partida algunas de estas fotografías aéreas y varias campañas arqueológicas.

La investigación, desarrollada en la Universidad de Valladolid bajo la dirección del catedrático de Prehistoria y arqueólogo investigador Germán Delibes de Castro, es un estudio intenso de dos años de duración, que parte de imágenes de 18 yacimientos del valle medio del río Duero, en las provincias de Palencia, Salamanca, Segovia, Valladolid y Zamora.

Los recintos de fosos son fenómenos de carácter paneuropeo. Se han estudiado en toda Europa, desde Ucrania a Inglaterra. En cambio, en Castilla y León apenas se conocían.

Vida sedentaria

El trabajo de investigación respaldado por la FPH supone una aportación sustancial al constatar, por primera vez, la existencia de vida sedentaria en el valle del Duero ya desde la Edad del Cobre. Si bien se intuía que esto podía ser así, es cierto que hasta la primera Edad del Hierro (800 a.C.) no había pruebas evidentes de poblados estables.

El hecho de que estos individuos afrontaran la necesidad organizativa y la carga de trabajo para construir estas trincheras complejas, así como la abundancia de restos cotidianos o la presencia de cabañas, denotan su intención de permanecer en ese lugar, han aprobado las mismas fuentes.

En Europa, se investigan este tipo de fosos desde finales del siglo XIX, cuando se establece el debate sobre qué son, dado que algunos conservan indicios de cabañas, por tanto evidencia de población, y otros no. Así, en unos casos, se estudian como lugares para vivir y, en otros, como monumentos rituales.

La investigación de Marcos García concluye que estaban habitados con toda probabilidad, lo que no excluye que, además, fueran lugares especiales donde se hacía una serie de ritos con el objetivo principal de cohesionar población dispersa.

En la Edad del Cobre emergen jefes, grandes hombres, que suelen ser los cabezas de familia de un linaje extenso. Las familias pueden vivir separadas pero con un sentido de comunidad en el que uno manda sobre los demás. Es el primer signo de jerarquización social y también da lugar a la aparición de las primeras desigualdades de género.

Un reflejo de estos cambios sociales es la aparición de especialistas que crean las primeras herramientas de metal. El líder del clan más destacado promueve la construcción del recinto para la tribu, un proyecto al que los demás aportan su fuerza de trabajo.

Así, en algunos casos, los fosos son construidos por partes, como denotan las diferencias de anchura, forma o profundidad. Esto implica un sentimiento y una manifestación de propiedad sobre el terreno y la capacidad para organizar y acometer una gran obra, ha añadido la Fundación.

Este momento coincide con la revolución de los productos secundarios que propicia también el sedentarismo, la permanencia en una tierra de cultivo y el uso del ganado no sólo para comer sino para obtener otros productos como lana o leche y labrar la tierra.

Estos cambios en el sistema productivo favorecen, asimismo, las diferencias entre grupos sociales. De ahí que uno de los principales fines de estos recintos de fosos sea el de mantener la idea de una identidad común, de comunidad, aunque algunas familias viviesen fuera.

Uso ritual

Además de su utilidad como límite, se ha comprobado el uso ritual de estas trincheras como lugar de depósitos de distinta índole, desechos de animales comidos, vasijas, restos de fuego y de las cabañas de barro, todo ello de acuerdo a un orden.

Entre estos depósitos, también se encuentran algunos de carácter votivo, restos de animales que se han enterrado sin consumir e instrumentos utilizados para el cultivo de la tierra.

Es una práctica que ritualiza la producción secundaria, para que los elementos naturales les favorezcan, y de la que se han hallado indicios en toda Europa. También es una manifestación de jerarquía social, dependiendo de quién haga el depósito y sus características, una señal para sus convecinos. Tanto en la movilización de fuerza de trabajo para construir los fosos, como en los depósitos, hay una cierta competencia social.

Los recintos estudiados en este trabajo, que ahora sale la luz, tienen unas dimensiones que varían entre 0,5 hectáreas y 3,5. Dentro podrían vivir entre 150 y 200 personas como máximo en un mismo momento y su periodo de vida rondaría los cien años, el paso de tres a cuatro generaciones.

En torno al año 2.350 a. C. se clausuran o se abandonan. Es un momento en el que los cambios climáticos se aceleran, suben las temperaturas y avanza la sequía. Esto sucede también en otros lugares del mundo. Aquí coincide con el inicio del periodo Campaniforme, la siguiente fase de la Edad del Cobre.

Los cambios en los modos de explotar la tierra favorecen una evolución hacia un menor número de núcleos poblados de mayor extensión, necesaria para adaptarse y sobrevivir, lo que fomenta, además, cambios sociales.

El investigador considera su trabajo como un paso que abre el camino hacia objetivos más ambiciosos como son profundizar en la investigación de los recintos de fosos en esta comunidad autónoma y trabajar en su divulgación para que la sociedad tenga noción de ellos.

García considera que una obra divulgativa sería fundamental para acercar este fenómeno al gran público, que lo conozca, lo aprecie y por tanto contribuya a conservarlo dado que es un patrimonio de todos, como ocurre en Inglaterra con los enclosures.

En cuanto a las posibilidades de avanzar en la investigación, Marcos García ha estudiado 18 de los 40 recintos que se conocen en Castilla y León y, dada la casualidad de su descubrimiento, considera que podría haber más, como en Inglaterra, donde se conocen 140.

El investigador destaca que existen recursos disponibles para trabajar en la configuración de un mapa que permita más análisis locales de la relación entre varios de estos recintos o de ellos con otros núcleos de población no acotados por fosos para conocer mejor su funcionamiento.

Puesto que los conocidos responden a un hallazgo fortuito, podrían hallarse más con un plan sistemático que analice el resto de yacimientos del inicio de la Edad del Cobre, examinándolos con las imágenes archivadas en el PNOA (Plan Nacional de Ortofotogrametría Aérea), del Instituto Geográfico Nacional.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento