El cerebro femenino responde con más intensidad ante los rostros tristes, según un trabajo de la Universidad de Navarra

Hombres y mujeres no procesan por igual la visión de rostros con expresiones felices o tristes. Un vídeo divulgativo de la Universidad de Navarra destaca que "tanto en hombres como en mujeres se activan regiones del hemisferio izquierdo ante caras felices; sin embargo, ante rostros tristes o con expresión de dolor, el cerebro femenino responde con más intensidad al estímulo".
Natalia López Moratalla.
Natalia López Moratalla.
EP/UNAV
Natalia López Moratalla.

Hombres y mujeres no procesan por igual la visión de rostros con expresiones felices o tristes. Un vídeo divulgativo de la Universidad de Navarra destaca que "tanto en hombres como en mujeres se activan regiones del hemisferio izquierdo ante caras felices; sin embargo, ante rostros tristes o con expresión de dolor, el cerebro femenino responde con más intensidad al estímulo".

El trabajo explica cómo la tristeza o el dolor físico de otros permiten medir la empatía en el cerebro. Es decir, "entendemos a los otros, no solo por situarnos en su lugar, sino también porque somos capaces de contagiarnos de lo que sienten", según afirma Natalia López Moratalla, catedrática de Bioquímica y Biología Molecular.

En su opinión, el don de la empatía, -de sentir las mismas emociones que otros-, aporta un talento extraordinario para la integración y la comunicación con los demás. Esta conducta tiene raíces biológicas en la empatía animal y procede de vínculos afectivos innatos.

"Se descubrió en un estudio con monos que, gracias al sistema de neuronas denominadas espejo, eran capaces de reproducir en su interior de modo inconsciente la intención de otro congénere; el cerebro motor del mono que veía cómo a otro le ofrecían un cacahuete, se disponía a alargar la mano", destaca López Moratalla.

Otros experimentos han mostrado que, ante la visión del dolor infligido a una persona querida, se activan sus mismos centros afectivos del dolor físico, "más cuanto mayor es el afecto hacia la persona que sufre el dolor. "Estos dolores, sin dolor -señala-, permiten, especialmente a las mujeres, compadecer, sentir compasión".

El poder de los gestos

El vídeo de la Universidad de Navarra pone de manifiesto que, a través del rostro se puede expresar toda la riqueza afectiva, leer los pensamientos, hacerse cargo de la situación interior de la persona o reconocer sus deseos e intenciones.

En opinión de López Moratalla, "es difícil mentir utilizando los gestos naturales". "Solamente las personas como los buenos actores, a través de ejercicios y entrenamiento, consiguen meterse en la piel del personaje que interpretan y son capaces de transmitir a través de la expresión de su rostro determinados sentimientos de forma premeditada". "Y es que la empatía, -añade-, implica a las mismas estructuras neuronales que procesan nuestras propias experiencias, de forma que compartimos inconscientemente los mensajes emocionales de los demás".

Esta característica innata de los gestos es lo que da lugar a que se formen primeras impresiones, una primera información. "En este primer paso intervienen la amígdala y la corteza cingular posterior. Después, hay veces que cambian las primeras impresiones al recibir más información. Otras se confirman y en tal caso se reactivan de nuevo ambas áreas", señala.

En este sentido, el vídeo explica cómo al ver el rostro de una persona de la que se sabe que juega limpio, se activa la red neuronal de recompensa emocional, lo contrario que el rostro del tramposo insolidario, que produce poco efecto en el cerebro. "La solidaridad genera gozo. No solo tenemos una aversión innata contra la injusticia, sino que además nuestro cerebro está ajustado para la colaboración, que nos compensa más allá de los puros beneficios económicos", apunta la catedrática.

El vídeo ha sido elaborado por Carlos Bernar, profesor de Comunicación Audiovisual.

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