La lucha libre mexicana, el poder visual de un espectáculo que une folclore y excentricidad

  • Un museo de California (EE UU) exhibe una colección de fotos de lucha libre que abarca casi siete décadas del espectáculo en México.
  • La muestra destaca el lenguaje visual de las máscaras, repasa curiosidades (como la existencia de mujeres luchadoras) y se detiene en figuras como El Santo.
  • Entre teatral, coreográfica y deportiva, la lucha libre enfrenta a guerreros enmascarados que arrastran al público a involucrarse emocionalmente.
Tinieblas y Tinieblas Jr. en los años ochenta. En el centro está Alushe, la mascota que después añadieron padre e hijo a sus números
Tinieblas y Tinieblas Jr. en los años ochenta. En el centro está Alushe, la mascota que después añadieron padre e hijo a sus números
Lourdes Grobet - Fundación Televisa Collection, Mexico
Tinieblas y Tinieblas Jr. en los años ochenta. En el centro está Alushe, la mascota que después añadieron padre e hijo a sus números

Arraigada en la cultura popular y convertida en fetiche pop, la lucha libre mexicana tiene ecos de la competición olímpica del pancracio en la Grecia Clásica, de los combates de gladiadores romanos y de los guerreros aztecas. El espectáculo —entre teatral, coreográfico y deportivo— enfrenta a hombres, casi siempre enmascarados, que interpretan un papel y arrastran al público a involucrarse emocionalmente en la confrontación. La fórmula ha conseguido situar a la lucha libre en México en un puesto privilegiado como entretenimiento de más éxito tras el fútbol.

El Museo de Arte Latinoamericano (MOLAA), en Long Beach (California, EE UU), expone hasta el 15 de septiembre Katharsis (Catarsis), una muestra con una selección de las mejores fotografías de lucha libre mexicana de la colección de fotos de la Fundación Televisa. El conjunto es un testimonio del magnetismo de los luchadores, del juego entre la realidad y la ficción, de un lenguaje visual tan folclórico como imaginativo.

La muestra repasa el fenómeno desde un punto de vista documental y creativo con fotografías de carácter divulgativo, periodístico y artístico relacionado con el cine, las publicaciones especializadas y el acervo popular.

Arquetipos, encarnaciones, sincretismo...

En su desarrollo como entretenimiento de masas, el espectáculo ha establecido una estética estrambótica y a la vez refinada. Las máscaras ajustadas, con lentejuelas, motivos que evocan animales, salientes o colores chillones caracterizan a los luchadores y combinan la fantasía con iconos tradicionales, arquetipos y encarnaciones del bien y del mal que aluden al sincretismo de la herencia precolombina del país.

El recorrido abarca casi siete décadas y se centra en aspectos como el lenguaje visual y el poder de las máscaras, la historia de las mujeres que pelearon y siguen peleando en el cuadrilátero —pocas y mucho peor pagadas que los hombres— o la trayectoria de grandes héroes como El Santo (1917-1984), el personaje más famoso de la lucha libre mexicana.

Más cercano al superhéroe que al luchador, Rodolfo Guzmán Huerta —bautizado como El Santo en 1942—  hizo carrera como actor de cine y a partir de 1958 fue protagonista de 54 películas que (aunque de bajo presupuesto y con estética amateur) transpasaron las fronteras de México y lo hicieron conocido en el resto del mundo.

De entre las leyendas que se contaban del Santo, se decía que si se quitaba la máscara moriría: el mito creció cuando el luchador, ya retirado de los combates y con 66 años,  mostró fugazmente su rostro por primera vez en un programa de la televisión mexicana. Falleció una semana después de un infarto de miocardio y fue enterrado, según su última voluntad, con la máscara plateada puesta.

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