El Low Cost pide paso frente a la aristocracia festivalera

  • La quinta edición cierra con récord de asistentes: 75.000 personas.
  • Portishead, Crystal Castles, Love of Lesbian y Two Door Cinema Club entusiasmaron.
  • En plena crisis, la cita saca pecho tirando de repertorio e imaginación.
El grupo Love of Lesbian durante el concierto en el Low Cost Festival que se celebra en Benidorm.
El grupo Love of Lesbian durante el concierto en el Low Cost Festival que se celebra en Benidorm.
EFE
El grupo Love of Lesbian durante el concierto en el Low Cost Festival que se celebra en Benidorm.

Benidorm no conoce la crisis. Da igual que la burbuja festivalera pinche o que clásicos como el FIB amenacen con la bancarrota. El Low Cost cerró su quinta edición y lo hizo, una vez más, batiendo registros de asistentes. La premisa parece sencilla: una buena selección musical, precios ajustados y un recinto, la ciudad deportiva Guillermo Amor, que parece pensada para albergar un evento de estas características.

Hasta 75.000 personas, según las cifras de la organización, se han acercado al festival durante este fin de semana. La cifra supone un aumento del 25% respecto al año anterior y recalca que sigue habiendo público y demanda para este tipo de eventos. En tiempos de crisis, sólo sobreviven los más fuertes.

Y ante la crisis, ideas. Aunque el Low Cost haya perdido parte de sus señas de identidad -las copas están al mismo precio que en otros certámenes-, la organización ha sabido organizar alternativas para que la austeridad no haga mella. Si falta un cartel que permita mantener dos escenarios activos a todas horas, se sacan de la manga una carpa con karaoke para que el público sea el protagonista; si el calor vuelve a apretar de lo lindo en la noche levantina, habilitan una piscina para los osados que se acerquen con piscina, y un abono especial, hasta el recinto.

Contra el calor, musicón

Nos dijeron que este verano el calor no iba a llegar nunca pero Benidorm ha dado buena fe de que la última semana de julio nunca perdona. Con unas temperaturas que han oscilado entre los 25 y los 35 grados, el mejor remedio para aplacar el calor tenía nombre y apellidos: un copa en la mano y un brazo en alto para jalear al grupo de turno.

Y la primera gran banda en agitar el escenario fue Two Door Cinema Club. Después de un primer disco rompedor, la banda es una de esas que enciende ánimos entre seguidores y detractores pero que en directo es un relámpago capaz de acallar a la multitud con soniquetes pegadizos y estribillos que se clavan en la memoria con un par de escuchas.

Pero si de algo ha hecho gala el Low Cost durante estos años es de cuidar a las bandas españolas y de tener ojo para traer a aquellas en la cresta de la ola. Lori Meyers son una de esas apuestas atemporales. Da igual que su último disco no haya rallado a la altura de Cronolánea o Viaje de Estudios, el karaoke humano que se formó en el escenario principal fue la prueba de que siguen contando con una parroquia de fieles dispuestos a ir con ellos hasta el fin del mundo.

Más discreto es el éxito de Svper. Conocidos anteriormente como Pegasvs, su electrónica minimalista puede ser demasiado para un festival de estas características pero nos recuerda que hay vida más allá del estribillo. Aunque el caso más sangrante es el de Delorean. Aclamados por la crítica internacional, relegados al escenario pequeño, los vascos hicieron aquello para lo que se les había contratado: mover al personal.

Y como a altas horas de la mañana lo que al festivalero le interesa, no había otra opción que cerrar la jornada con el funk de !!! (léase Chk, Chk, Chk) que sólo invitaba a una cosa: descalzarse y disfrutar de la hierba del recinto, un oasis en nuestro país frente al pedregal de citas como el fallecido Summercase o los mares de asfalto de los que hacen gala el SOS o el Primavera Sound.

Estrellas para el sábado

Si un día estaba marcado con rojo en el calendario de este Low Cost, era el sábado. Con las entradas de día agotadas, la perspectiva era halagüeña para la organización. No era para menos visto un cartel que tocaba tantos palos que era difícil no contentar a nadie.

Por un lado el pop amable de Belle & Sebastian. Los hemos visto en todas los puntos cardinales de nuestra geografía y, aún así, nadie se cansa de verlos. Con una carrera a contracorriente construida a lo largo de los años, han armado un setlist plagado de grandes éxitos al que es difícil ponerle pegas incluso cuando no eres un incondicional suyo.

Más arriesgada era la apuesta de Portishead. Grupo de culto donde los haya, la banda comandada por Beth Gibbons se acercó hasta Benidorm con una buena excusa: el del Low Cost iba a ser su único concierto en España en este 2013.

Con un show directo a la yugular, sin concesiones de cara a la galería ni artificios, convencieron a los 15.000 espectadores que abarrotaban el escenario principal de la ciudad deportiva.

Pero el eclecticismo de la noche no había acabado. Después de la ración de pop y de trip hop tocaba el desmelene al ritmo de la electrónica punk de Crystal Castles. El dúo canadiense se ha labrado una reputación en todo el planeta con la sencilla premisa de poner patas arriba cualquier festival que se precie.

Ya lo hicieron en un SOS allá por 2010, repitieron en el Low Cost en 2011 y este año ya habían demostrado su pegada en el Primavera Sound. Su fórmula no tiene demasiadas complicaciones: Alice Glass micro en mano, Ethan Kath en la mesa de mezclas y un batería de apoyo es todo lo que necesitan para desatar la locura. Y, una vez más, la desataron. Si fuera por los asistentes del Low Cost, Crystal Castles serían cabeza de cartel un año tras otro.

Solapados con los canadienses, Mendetz tuvieron que luchar contra la adversidad para brillar con luz propia. Y lo lograron. Los catalanes son una de esas bandas que puede parecer irregular en sus discos pero que poseen un directo que justifica todos sus deslices.

Clásicos de casa para la traca final

Es complicado mantener un cartel con platos fuertes para todos los días, máxime cuando organizas un festival de tres días. Fue uno de los lastres del último Low Cost, uno que no se ha repetido este año. Después de haber recorrido media España hace un par de años, tocando hasta en las plazas más recónditas, Love of Lesbian cambiaron de estrategia este año y han lucido palmito en plazas selectas.

Una de ellas fue la de Benidorm y la respuesta del público demostró que la banda liderada por Santi Balmes tiene tirón para rato. Con un show de dos horas largas, el conjunto desgranó los grandes éxitos de sus últimos trabajos mientras el festival asistía encantado a tamaña muestra de poderío.

Fue tal que el mismo Low Cost programó a dos bandas bastante menores en el segundo escenario por aquello de dar alternativas al personal, pero el desierto en el que se había convertido el resto del recinto dejaba bien claro que el éxito de los catalanes estaba siendo rotundo.

Love of Lesbian ya aparecieron por el Low Cost en 2011, como también lo hizo Fangoria. Repetidores ambos en la edición de 2013, el número organizado por la banda de Alaska, a la que se sumó en su momento Mario Vaquerizo con sus Nancys Rubias fue el complemento ideal a lo que se acababa de presenciar en el escenario presencial.

Si el sábado fue una jornada de marcado carácter internacional, el Low Cost decidió ceder el protagonismo dominical a bandas de casa. Pasados los pesos pesados, llegó la hora de las bandas a reivindicar.

Como Standstill, formación catalana a la que habría que colocar en la lista de imprescindibles año tras año y que presentaron su último trabajo, publicado hace escasas semanas. Lo que para otras bandas sería una dura cuesta arriba -dar salida a un disco recién publicado que el respetable conoce a duras penas-, para Standstill fue una demostración de fuerza.

Salpicado con algún gran éxito aquí y allá, la banda liderada por Enric Montefusco demostró lo que es un secreto a voces: la tremenda injusticia de verse relegados ante formaciones incapaces de igualar su talento lírico o su maestría para tocar todos los palos de la baraja.

Y lo de Grises, en pleno fin de fiesta, fue otra cosa totalmente distinta. La demostración de que el País Vasco tiene una cantera inagotable de talentos capaces de destrozar la pista aunque los asistentes lleven cerca de veinte horas de festival a sus espaldas. Herederos de los mejores We Are Standard, con unas pizcas de Vetusta Morla, dieron un show cortito y al pie, justo lo que el personal necesitaba a las cuatro de la mañana.

Con un éxito tanto en lo musical como en asistentes, el Low Cost puso el broche a una quinta edición que le consolida como una apuesta segura del verano musical español. Visto el oscuro panorama que le espera a Benicássim, y ante la pujanza de citas como el Arenal Sound, la Comunidad Valenciana puede respirar tranquila: hay relevo para rato.

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