Visitas narradas relatan la historia y costumbres del Calado de San Gregorio, Espacio Lagares y Centro del Rioja

Dos actores y músicos conducen, desde el pasado mes de junio, las 'Visitas narradas por los espacios del vino', una iniciativa organizada por el Ayuntamiento de Logroño, con la que se pretende mostrar a logroñeses y visitantes la historia y costumbres relacionadas con el Calado de San Gregorio, el Espacio Lagares y el Centro de la Cultura del Rioja.
Uno de los actores, durante su explicación en el Calado de San Gregorio
Uno de los actores, durante su explicación en el Calado de San Gregorio
EUROPA PRESS
Uno de los actores, durante su explicación en el Calado de San Gregorio

Dos actores y músicos conducen, desde el pasado mes de junio, las 'Visitas narradas por los espacios del vino', una iniciativa organizada por el Ayuntamiento de Logroño, con la que se pretende mostrar a logroñeses y visitantes la historia y costumbres relacionadas con el Calado de San Gregorio, el Espacio Lagares y el Centro de la Cultura del Rioja.

Se comienza en el Calado de San Gregorio, donde, desde la sala más espaciosa, con acceso desde la calle San Gregorio, se recibe a los visitantes y se les habla de la historia del lugar, especialmente centrada en el siglo XVI, y de aspectos costumbristas, como la manera en la que se trabajaba, sobre todo, con producción de vino en el interior de las casas "porque todas tenían calados".

En la planta inmediatamente superior, uno de estos 'trabajadores', canta a los visitantes una canción popular que, como han explicado los actores, "se adapta especialmente a cada grupo que viene, nos metemos un poco con la gente, siempre con respeto, sin insultar, para que se vayan metiendo en el ambiente". Hoy, la copla se ha dedicado a "las becarias mucho majas".

Tras ver la parte superior del Calado, donde se explica el incendio que sufrió, se accede a la parte de la calle Ruavieja, en la que se habla del auge del comercio y de cómo los bodegueros de la zona "comenzaron a dar pinchos", una costumbre que, en realidad, comenzó ofreciendo queso a quienes pasaban "porque mata el sabor del vino, que igual era malo".

Espacio lagares.

Acto seguido, se accede al Espacio Lagares, un lugar donde la visita se centra sobre todo en el comercio, ya en el siglo XVII en un momento "en el que la que ya la producción casera de vino no era tanta, y se producía tanto fuera, que había que comerciar con ella". Con el comercio, llegó una nueva clase de vecinos a la ciudad, los arrieros.

Ellos, que se encargaban del traslado de las mercancías, estaban instalados en la zona de la actual calle Laurel, "donde, además de las caballerías y los arrieros, había mujeres 'de mala vida', que, cuando estaban libres, ponían una ramita de laurel sobre el dintel de su puerta, de ahí el nombre de la calle".

En el Espacio Lagares se habla sobre todo de las formas de producción del vino, que se van sofisticando "aunque aún podía salir malo, porque se metía todo, uva, ramas, algún animal, así que se creó una verdadera 'industria farmacéutica' alrededor: cuando se bebía, se llevaba desde yeso a aromas y otras muchas cosas, para echar al vino hasta que quedaba como a uno le gustaba".

Una pequeña representación de un romance, "con un toque pícaro", representa lo que era la vida en las tabernas, algo a lo que se une también el toque musical "en el que, como la gente no tenía para hacer instrumentos, usaba cualquier cosa, como las mesas". Y con una mesa de madera, interpretan una 'panadera'.

CCR.

El tercer y último lugar en el que se introduce la narración es el Centro de la Cultura del Rioja (CCR), antigua casa de "una de las familias más ricas del Logroño del siglo XVII", que llegó a la ciudad desde la zona de Cameros ya en el siglo XIII, "aunque tenían fama de judíos conversos, y por eso, les costó ascender en la sociedad".

Una vez lograda su ascensión hasta la nobleza, la familia marchó a Madrid, con lo que su casa logroñesa quedó vacía, y pasó "por muchas vicisitudes y utilidades", desde taberna hasta edificio de viviendas, "que llegó a tener 42 casas". La entrada se hace por el patio de carrozas, y se contempla la entrada original, con el escudo de la familia.

En la parte baja, la dedicada a los calados, se recuerda la historia de la ciudad hasta el siglo XIX, con personajes como Espartero o el Marqués de Murrieta, y se habla sobre las formas de hacer vino que iban adoptándose "con mucha influencia francesa en la época".

La visita finaliza con una cata en esta zona, para pasar a despedirse, de nuevo en la puerta, con un pequeño romance cantado, un regalo especial -un denominado 'romance de cordel', una poesía encuadernada al uso de la época- y una foto de familia, que luego se colgará en el Facebook del Ayuntamiento "para dar un recuerdo más a los visitantes".

Las visitas cuestan 5 euros, tienen una duración de 50 minutos y pueden participar hasta 35 personas, aunque no se descartan grupos pequeños, "porque nadie que ha pagado su entrada debe quedarse sin visita; con los grupos grandes, el ambiente es más festivo, y, con los pequeños, más de amigos".

Por San Bernabé, cuando se realizaron una serie de pases especiales, se llenaron las plazas y ahora, "viene mucha gente de fuera, hemos tenido visitantes de Tarragona, de Canarias, de Madrid, aunque también de Logroño que quieren saber más cosas sobre su patrimonio, porque es bastante desconocido".

Los itinerarios narrados se prolongarán hasta el 29 de septiembre, con pases los sábados, a las 12 y a las 19 horas, y los domingos, a las 12 horas. Durante las fiestas de San Mateo de nuevo se reforzará la programación, con hasta cinco recorridos diarios, y en total se llevarán a cabo 96 pases.

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