En una esquina, uno de los vendedores justificaba con un cliente el coste de los pollos, a 35 euros cada uno. «Tal y como son éstos, el precio está muy bien ajustado», le decía; finalmente, el cliente claudica y paga. Dentro de una caja y bajo el brazo se lleva para casa la cena de Nochebuena.
La mañana empezó tranquila, pero fue animándose a medida que avanzaba la jornada. «De momento está flojo, pero es pronto y esperamos que empiece a llegar gente», comentaba un agricultor a las 11.00 h. Efectivamente, al mediodía ya era difícil abrirse paso entre los 266 puestos que este año presentaba la feria.
Una de las preocupaciones de los productores era el tiempo, y nada más abrir sus puestos, a las 9.00 h, miraban al cielo con inquietud. Las nubes no presagiaban nada bueno; «esperamos que nos respete y no llueva». Hubo suerte y enseguida empezaron a aparecer los claros.
Por su parte, los jóvenes, y no tan jóvenes, enfrentándose a las bajas temperaturas, recorrían el recinto de txosna en txosna probando todo el txakoli y sidra que el bolsillo les permitía. «¿Vamos a ésta, que todavía no la hemos hecho?», preguntaba uno de ellos a sus amigos. Lo que nadie se perdía era la oportunidad de degustar el tradicional talo con chorizo.
También hubo tiempo para los premios, que se llevaron los de casi siempre: José Etxeberria, Adela Andikoetxea y José Domingo Txabarri repitieron en frutas, hortalizas y txakoli, respectivamente.
Por otro lado, los trabajadores de Justicia aprovecharon para repartir folletos de apoyo a su huelga.
Un oasis para el ‘botellón’
El botellón apareció ayer como un oasis en Bilbao. Aquello de beber a morro de botella se prohibió en noviembre, pero a ver quién cargaba ayer contra la arraigada costumbre de la champanada universitaria. La cita no es otra que beber bastante y en botella el jueves antes de las vacaciones de los estudiantes. Este año coincidió con Santo Tomás, así que el trago ayer tuvo dos canales: el del Arenal, con la feria, y el del parquecito a la entrada de la Facultad de Sarriko, que acogió la champanada. Allí se reunieron varios centenares de ebrios universitarios. La cita tuvo esta vez un componente altruista, y el colectivo Sarriko Solidario montó una txosna sin permiso para sacar fondos.
Los que compran...
Gaizka Carbajo
Estudiante, 15 años. «Es la primera vez que vengo. Nos ha traído el colegio y, la verdad, es que me está gustando mucho. Hemos mirado todas los puestos y nos hemos parado a comer el talo con chorizo. Hay muy buen ambiente y está lleno de gente».
María Begoña Guimerá
Pintora, 58 años. «Vengo todos los años. Me encanta el ambiente y además es una buena excusa para venir a pasar la mañana con la familia. Ya he dado unas cuantas vueltas y he hecho algunas compras: pimientos, chorizos, caracoles... hasta una katxaba».
Álvaro del Valle
Estudiante, 27 años. «Tengo que ir a trabajar por la tarde, pero no he querido dejar pasar la oportunidad de venir a tomar unas sidras con mis amigas. Sólo he venido un par de veces y me parece que hay un gran ambiente. En cuanto a comprar... soy más de mirar».
...Y los que venden
Maite Corral
Miel Pedro Gallarreta, Artzentales, 56 años. «Llevamos más de 15 años viniendo a la Feria de Santo Tomás. Para nosotros este día es como un ritual, aparte de ser un día muy importante en cuanto a venta. Aunque de momento no hemos vendido mucho, seguro que mejorará».
Pedro Meabe
Pastelería Arantza Meabe, Orduña, 46 años. «La gente que más nos compra el pastel vasco es la que viene de fuera, que ya sólo por llamarse vasco vienen y se lo llevan. Por otro lado, aunque vamos a todas las ferias que se celebran en Vizcaya, es en ésta donde más negocio hacemos».
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