«Si nos obligan a quitar de la calle la mercancía, perderemos dinero», presagia Munir Kahloun, uno de los dependientes.
Y es que el 30% de las ventas, aseguran los comerciantes afectados, se cierran en la puerta del negocio. «A la gente le gusta ver los artículos, hacerse fotos y curiosear mientras pasea», añade Mohamed H., el dueño de una tienda de la calle Ermita. Ésta, a su juicio, «perderá todo el encanto si nos obligan a guardar el género».
Los vendedores quieren llegar a un acuerdo con el Ayuntamiento y piden «la misma mano dura con los top manta» u otros negocios «que también ocupan la vía pública sin permiso».
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