Entre las infinitas versiones de “en el mundo hay dos tipos de personas”, en algún lado figurará la de “los que en una escena sangrienta se tapan los ojos y los que no”. Bueno, pues yo
nunca vi a John Travolta clavarle la aguja a Uma Thurman. Creo que con eso queda claro el grado de excitación que me provocaba ver la séptima parte de Saw, primera entrega en 3D. Pues ahí va mi gran aportación a la crítica mundial: aguanté del tirón, mirando a la pantalla sin pestañear.
Sí, las torturas están muy bien, hay momentos de gran grima –ese skinhead despellejado–, pero los herederos de Jigsaw tienen el listón demasiado alto. No sólo luchan contra el legado de un asesino que puede morirse en su propia saga, manipulando los hilos desde la tumba. Tienen que impresionar a un par de generaciones de espectadores que han visto prácticamente de todo y con
un nivel de detalle que ha pasado de ser enfermizo a rutinario. Los que explotan esta franquicia parecen al corriente de este hecho. Es la única explicación posible a que potencien unos giros más propios de culebrones como Dinastía o Santa Bárbara, con reapariciones estelares –atentos al final–
y flashbacks de los de “donde dije digo…”. La apuesta por el 3D también debe de ir en esa línea; es más publicitario que, vaya, palpable. En la pantalla no hay nada que salpique, ni siquiera una
mísera cuchilla amenazante y estereoscópica.
MANUEL PIÑÓN
FICHA TÉCNICA
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Sinopsis:
Un grupo de pacientes de un gurú de la autoayuda oculta oscuros secretos: sus miembros han sobrevivido a los inventos justicieros del asesino 'Puzzle'.
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RESUMEN: La saga aborda el 3D con giros argumentales propios de 'Dinastía'.
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